1.- Mirad lo que leí hace unos días en las últimas líneas de un artículo sobre la expansión del aberchalismo en Navarra:
Según las balanzas fiscales elaboradas por el Gobierno de Rodríguez
Zapatero en 2007, Navarra contribuye a la caja común con el 2,16% de su
PIB, por detrás de Baleares (10,04%), Madrid (7,93%), Cataluña (7,26%) y
Valencia (4,40%). El País Vasco aporta el 0,53%.
Se decía en ese mismo artículo que los fueros que permiten este privilegio son asunto intocable en Navarra, cosa que se entiende, pero desde una óptica insolidaria de la construcción de un país, por lo que quienes creemos en la solidaridad, la justicia y la equidad, lógicamente vemos como algo muy discutible y que debería revisarse los escandalosamente asimétricos regímenes fiscales de Navarra y el País Vasco. El artículo del que saco la cita se titula La conquista de Navarra (viejo sueño del aberchalismo que esperemos que nunca se cumpla) y parte de la preocupación que ha suscitado el acceso al poder del radicalismo independentista vasco en esta comunidad autónoma, acceso que se ha producido con la colaboración de Podemos.
2.- El desafío de Artur Mas sigue en pie. Que se presente ante el jefe del Estado español (del cual el señor Mas es un alto cargo) con esa bravata de "Vengo en son de paz" es solo una más de las demostraciones de la catadura de este personaje. Que el independentismo catalán haya montado esa bufonada de candidatura encabezada por los supuestos independentistas independientes Romeva, Forcadell y Casals (un tránsfuga y dos paniaguadas de las subvenciones del número cuatro de la lista y aspirante a presidente) es un puro delirio. Perfecto, pero, detrás de todo esto, sigue estando una amenaza muy grave y expresada en voz alta: la de que Cataluña se independice unilateralmente, cosa que no es ninguna broma. La situación actual de Cataluña la analiza muy bien el artículo En el país de Wondercat, de Xavier Massó.
3.- Podemos e ICV irán juntos a las próximas elecciones, con un programa que aboga por el derecho a decidir y define a Cataluña como un sujeto político soberano. Por su parte, Ada Colau ha anunciado que no asistirá a la manifestación de la ANC y Òmnium del 11 de septiembre si percibe que va a ser un apoyo a la lista soberanista de Mas; esto equivale a dos cosas: que no veremos a la alcaldesa de Barcelona en esa manifestación y que tiene bastante más cintura que Podemos para evitar las instrumentalizaciones del soberanismo.
4.- El propagandismo del PP ya se ha puesto en marcha: mirad el delirante artículo conspiranoico que publica hoy el ABC, en el cual se inventa poco menos que una revolución bolchevique en la que una alianza de extremismos nacionalistas e izquierdistas se ha conjurado para cargarse "el régimen del 78". Burdo, pero puede funcionar muy bien y producir una sangría de votos a los partidos emergentes que son o se creen de izquierdas o progresistas.
El problema de los independentismos y de las extralimitaciones del nacionalismo es uno de los más grandes que afronta España. Estos grupos se manejan como nadie en el río revuelto y en el sacar provecho propio, por lo que siempre habrá que tener mucho cuidado con ellos, especialmente, en situaciones tan confusas como la actual. En nuestro país, somos muchos los que los vemos como un peligro y los que tenemos nuestro límite político marcado en no hacer ni apoyar nada que los favorezca. Los grupos políticos emergentes, en especial de izquierdas y en especial Podemos, deberían tener esto muy en cuenta; deberían entender que sus propuestas por sí mismas tampoco es que enamoren a un gran número de votantes, por lo que, en realidad, lo que han obtenido hasta ahora es más bien un espejismo, un voto prestado que procede, más que de sus méritos, del castigo que a través de ellos los ciudadanos hemos querido infligir al PP e incluso al PSOE; deberían entender que el historial y los fines del nacionalismo no lo retratan como una opción altruista ni progresista; deberían entender que tienen que marcar muy bien las distancias con él, porque, si los electores los percibimos como sus compañeros de viaje o, peor aún, como su tonto instrumentalizado, muy bien podría ocurrir que les volvamos la espalda y sus sueños y proyectos acaben en un estimable guantazo cuando los rozaban con los dedos. Podemos y similares son un producto que se ha vendido muy bien como revulsivo contra la corrupción y otros males que había traído a España el estancamiento político de los últimos años; si no entienden que el independentismo y ciertos chantajes del nacionalismo forman parte de esos males, corren el peligro de encontrarse con un bajón muy desagradable en el balance de ventas de su próxima campaña.
2.- El desafío de Artur Mas sigue en pie. Que se presente ante el jefe del Estado español (del cual el señor Mas es un alto cargo) con esa bravata de "Vengo en son de paz" es solo una más de las demostraciones de la catadura de este personaje. Que el independentismo catalán haya montado esa bufonada de candidatura encabezada por los supuestos independentistas independientes Romeva, Forcadell y Casals (un tránsfuga y dos paniaguadas de las subvenciones del número cuatro de la lista y aspirante a presidente) es un puro delirio. Perfecto, pero, detrás de todo esto, sigue estando una amenaza muy grave y expresada en voz alta: la de que Cataluña se independice unilateralmente, cosa que no es ninguna broma. La situación actual de Cataluña la analiza muy bien el artículo En el país de Wondercat, de Xavier Massó.
3.- Podemos e ICV irán juntos a las próximas elecciones, con un programa que aboga por el derecho a decidir y define a Cataluña como un sujeto político soberano. Por su parte, Ada Colau ha anunciado que no asistirá a la manifestación de la ANC y Òmnium del 11 de septiembre si percibe que va a ser un apoyo a la lista soberanista de Mas; esto equivale a dos cosas: que no veremos a la alcaldesa de Barcelona en esa manifestación y que tiene bastante más cintura que Podemos para evitar las instrumentalizaciones del soberanismo.
4.- El propagandismo del PP ya se ha puesto en marcha: mirad el delirante artículo conspiranoico que publica hoy el ABC, en el cual se inventa poco menos que una revolución bolchevique en la que una alianza de extremismos nacionalistas e izquierdistas se ha conjurado para cargarse "el régimen del 78". Burdo, pero puede funcionar muy bien y producir una sangría de votos a los partidos emergentes que son o se creen de izquierdas o progresistas.
El problema de los independentismos y de las extralimitaciones del nacionalismo es uno de los más grandes que afronta España. Estos grupos se manejan como nadie en el río revuelto y en el sacar provecho propio, por lo que siempre habrá que tener mucho cuidado con ellos, especialmente, en situaciones tan confusas como la actual. En nuestro país, somos muchos los que los vemos como un peligro y los que tenemos nuestro límite político marcado en no hacer ni apoyar nada que los favorezca. Los grupos políticos emergentes, en especial de izquierdas y en especial Podemos, deberían tener esto muy en cuenta; deberían entender que sus propuestas por sí mismas tampoco es que enamoren a un gran número de votantes, por lo que, en realidad, lo que han obtenido hasta ahora es más bien un espejismo, un voto prestado que procede, más que de sus méritos, del castigo que a través de ellos los ciudadanos hemos querido infligir al PP e incluso al PSOE; deberían entender que el historial y los fines del nacionalismo no lo retratan como una opción altruista ni progresista; deberían entender que tienen que marcar muy bien las distancias con él, porque, si los electores los percibimos como sus compañeros de viaje o, peor aún, como su tonto instrumentalizado, muy bien podría ocurrir que les volvamos la espalda y sus sueños y proyectos acaben en un estimable guantazo cuando los rozaban con los dedos. Podemos y similares son un producto que se ha vendido muy bien como revulsivo contra la corrupción y otros males que había traído a España el estancamiento político de los últimos años; si no entienden que el independentismo y ciertos chantajes del nacionalismo forman parte de esos males, corren el peligro de encontrarse con un bajón muy desagradable en el balance de ventas de su próxima campaña.
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