Leo en “El
País” una noticia dedicada a doña Eva Bailén, una madre de Tres Cantos que ha
reunido cien mil firmas en apoyo de su iniciativa para que se racionalicen los deberes que se ponen a los niños que
estudian, ya que uno de sus hijos, que tiene 10 años, se pasa dos horas y media
al día haciendo deberes. En la noticia aparecen también otras opiniones, a favor o en contra de los deberes, a veces, de forma apasionada, veamos
algunas. El profesor Alfonso González señala que son a menudo los propios padres quienes
pìden más deberes, pero reconoce que él, en particular, como está en contra del exceso, era quien hacía una
buena porción de los de sus hijos; la misma señora Bailén afirma que ella en 1984 no
los hacía, porque los había prohibido el ministro Maravall, pero yo le digo que eso no es cierto:
en esa época, yo ya era profesor (entonces, de EGB) y sí los ponía, y aún más:
no recuerdo ni compañeros míos ni profesores de mis hijos que no los pusieran
de algún modo; don Abel de Céspedes, con el argumento de que los deberes
invadían su vida familiar, consiguió que para su hijo no contasen en la nota… Figura además en el artículo la habitual cuota de expertos, entre cuyas opiniones el autor parece decantarse por la de los que sostienen que los profesores deberían coordinarse para esto de los deberes.
Estoy de acuerdo con la señora Bailén en todo aquello que represente racionalización, pero, ante un
panorama así, ¿cómo se racionaliza? Empiezo por lo de los "expertos" que recomiendan lo de la coordinación: ¿les importaría decirnos cómo concretarla en los institutos? No deben de ser muy expertos, pues hacer alegremente esa recomendación delata un absoluto desconocimiento de la vida de los centros de secundaria. Como padre, en las ocasiones en que mis hijos han traído demasiados deberes, les he hecho entender que tocaba aguantar -también había muchas veces que no les ponían nada-, pero jamás se me ocurrió montar cruzadas poniendo en duda la labor de profesores que hacían su trabajo; es más, recuerdo que algunos de esos profesores a los que se les iba un poco la mano con los deberes eran excelentes profesionales, en general, maestros de la vieja escuela a los que hoy mis hijos aún recuerdan con respeto y cariño. Como profesor, procuro medir muy bien las
actividades que pongo a mis alumnos, porque sé la carga que llevan, y quizás este sea el camino más viable, pero a veces no se puede, qué le vamos a hacer. Por otro
lado, relativizo mucho lo que me traen de casa, ya que no se sabe muy bien cómo
lo hacen, ahí tienen ustedes lo que cuenta don Alfonso González, que ya le vale, siendo un profesor. Por mi gusto,
haría lo que pide don Abel Céspedes, pero entonces protestarían otros padres,
que podrían hacer lo que él: ir ante la Inspección con cualquiera sabe qué gran
derecho vulnerado. Repito: ¿cómo se racionaliza? Que me lo digan los expertos, a ver si al menos una vez me sirven para algo. O esos padres que cito: poco imagina la sociedad lo que
representa para la educación de hoy en día la presión de los padres, cada cual
con su visión. Es tanta que, como profesor, me encantaría que muchísimas cosas
me vinieran ya racionalizadas en un paquetito.
El racionalizador que los racionalice (los deberes), buen racionalizador será.
ResponderEliminarY ya, el que racionalice las intromisiones de ciertos padres y de ciertos "expertos", o ciertas extravagancias que se presentan y admiten como causas de queja...
ResponderEliminarNo sé dónde habrá estudiado esa señora, pero en 1984 estaba yo aún cursando la EGB y hacía entre 2 y 3 horas de deberes al día. Mi hermano menor, varios años más tarde, traía aproximadamente la misma cantidad y las generaciones intermedias, también. A ninguno nos ha pasado absolutamente nada. En efecto, como usted apunta, a algunos maestros de la vieja escuela a veces se les iba un poco la mano, pero cuando pasé al instituto y posteriormente, a lo largo de toda mi vida, he agradecido infinito que me ayudaran a fijar suficientemente bien los conocimientos y colaboraran en inculcarme el valor del esfuerzo y la disciplina. ¡Flaco favor le hace un padre a su hijo descargándolo de su responsabilidad! Por no hablar del "Hoy tenemos muchos deberes" que se oye a tantos padres. Ardua tarea la del docente actual, que debe enseñar "a la carta", como si los alumnos estuvieran en un restaurante. Espero que no haya ningún iluminado ministerial que, en vista de lo mal que lo pasan los padres haciendo deberes con sus hijos, decida legislar al respecto.
ResponderEliminarUn saludo,
Aurora
No des ideas, Aurora, porque corre cada uno por ahí... En cuanto al reportaje dedicado a la señora Bailén, hoy toca padres, y hace unos días, como a lo mejor has visto en mi anterior artículo, tocó innovadores. Lo de los medios de comunicación es lacerante: a cualquiera que se presente con un disparate que apunte contra la escuela, le ponen alfombra roja. Como si no truviésemos ya suficientes problemas en la vida escolar, la miserable prensa de este país, que ya parece haberse apuntado en bloque al amarillismo, nos usa como carnaza para hacer caja o llenar páginas. Así vamos. Un saludo.
ResponderEliminarSin embargo, también hay periodistas dispuestos a conocer "la otra cara" de la educación. El problema es que muchas veces manda "la audiencia" y también que el peso de quienes están detrás de todo esto es importante. Seamos claros: en el programa de Ana Rosa Quintana encaja mejor un pedagogo modenno y chachiguay que hable de una metodología revolucionaria que convertirá a los chicos (a todos, sin excepción) en Einstens de forma lúdica y entretenida que un profesor que diga que para aprender hay que esforzarse, que en la vida uno se encuentra obstáculos que debe superar por sí mismo y que la escuela debe ser el entrenamiento para la superación de estos obstáculos. Lo uno vende y lo otro incomoda. Lo que hay que (intentar) hacer es contrarrestar estas majaderías buscando un hueco en los medios para rebatirlas, aprovechar que hay (todavía) periodistas profesionales que, si bien recogen todas estas extravagancias, también admiten la réplica.
ResponderEliminarEn esa guerra sé muy bien que te estás fajando, Alberto, y con mucho éxito, dadas las condiciones. Estoy de acuerdo en lo que dices, pero, sabes que hay periodistas y luego hay medios. La corriente imperante, y de forma abrumadora, es la sensacionalista, la de la venta de humo, y es lógico: ¿por qué iban a ser diferentes los medios informativos de la política o de lo que impera en los círculos educativos más en boga? Esa frivolidad suya es solo una pieza más del puzzle.
ResponderEliminarClaro, claro, por eso no hablo de medios sino de periodistas. Contra el sensacionalismo es poco lo que se puede hacer, pero mientras haya periodistas, que los hay, que estén por la labor de contrastar lo que su medio publica y no aceptar como dogma la ocurrencia de turno, algo se puede intentar. Es cierto que la lucha es desigual, pero es lo que hay. Mejor una leve oposición que ninguna.
ResponderEliminarO esa mentalidad o nos dedicamos a la calceta, Alberto.
EliminarAsí es. Un abrazo
EliminarOtro para ti.
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