Leo en esa revista de nueva pedagogía en que se ha convertido el ABC en los últimos tiempos que los jesuitas de Cataluña
han comenzado a transformar sus aulas en grandes ágoras, como parte de una auténtica revolución educativa en la que van a suprimir exámenes, horarios y asignaturas. Los felices inauguradores de este vuelco van a ser sus alumnos de 5º de Primaria y 1º de ESO, conejillos de Indias que espero que no acaben como conejos al ajillo. Sinceramente, quiero deciros una cosa: si ya me tenía perplejo la conversión del rancio decano de la prensa española a la psicodelia educativa que representan opciones como
rEDUvolution o la
pedagogía blanca, el hecho de descubrir ahora que la Compañía de Jesús se ha apuntado también al
happening me hace pensar que, definitivamente, nos hallamos ante una inversión de polaridad de carácter cósmico. Hace no mucho, hablando de Calderón de la Barca, les decía a mis alumnos de 3º de ESO que su rigor intelectual procedía de su educación con los jesuitas; a partir de ahora, me temo que tendré que aclarar que eran los de aquella época. Queridos amigos, el guachimán es perro ya muy viejo y, cuando ve que instituciones como el ABC y la Compañía de Jesús apuestan por coloristas innovaciones como los proyectos, el fin de los exámenes y de los horarios y otras alegrías en la línea de la pedagogía que triunfa hoy, arruga el hocico y se siente más convencido aún de que lo que en realidad necesitan nuestros alumnos es eso que pensamos miles de profesores anónimos, honestos y conocedores de nuestro oficio: más cultura, más seriedad, más conocimiento, más esfuerzo, más estudio y más referencias claras de lo que es bueno, malo, útil, inútil, provechoso, pernicioso, conveniente, inconveniente serio o estúpido. ¿Por qué? Os lo voy a explicar dando un pequeño repaso a la noticia.
El caos como sistema
Empezaré por deciros que he usado antes el término "happening" de una manera totalmente intencionada. Si miráis el enlace de arriba, veréis que, a grandes rasgos, los happenings son (o eran) eventos artístico-sociales en los que se buscaba la participación, la provocación, la improvisación y la espontaneidad. Libertad, mucha libertad: al happening va uno a expresar sin limitaciones lo que lleva dentro, ya sea recitando a Bécquer o destripando el sofá de la abuela. Y de organización, nada, cero patatero: al happening se va a lo que saliere, como decía Cervantes, quien quizás fue otro ilustre alumno de los jesuitas (de los de entonces, claro). Si sale una hermosa interpretación coral de "Aida", bien; si sale una bronca a guantazo limpio con todos "fumaos" y medio borrachos, bien también. Los happenings, fenómeno muy sesentero, tardaron poco en pasar a la historia, ya que parece ser que su tendencia natural era al exceso y al final penoso, por lo que los pocos de los que se tiene noticia tenían todo el aspecto de alteraciones del orden público. Leyendo la noticia, lo que han montado los jesuitas me recuerda un happening y no lo digo por decir, sino por estas razones:
1.- La eliminación de las asignaturas, los exámenes y los horarios. Al patio se sale cuando los alumnos deciden que están cansados.
2.- La desaparición de las clases magistrales, los pupitres, los deberes y las aulas tradicionales, para lo que "han derribado las paredes de sus aulas y las han transformado en grandes espacios para trabajar en equipo, unas ágoras en las que hay sofás gradas, mucha luz, colores, mesas dispuestas para trabajar en grupo y acceso a las nuevas tecnologías".
3.- En uno de estos grandes espacios, tres profesores tutorizan durante todo el día a 60 alumnos en "los proyectos en los que trabajan, a través de los cuales adquieren las competencias básicas marcadas en el currículo".
Parece atractivo, pero es un despropósito a ojos vista, porque, para empezar, no olvidemos algo esencial: que esta actividad va destinada a niños a los que hay que enseñar algo y verificar que efectivamente aprenden. En este modelo no está claro nada: ni el qué se va a aprender (no se habla de programas, se comete la enormidad de suprimir las asignaturas), ni el cómo se organiza el trabajo (porque eso de los tres profesores tutrorizando a grupitos es un camelo como una catedral, ya que, como sabe cualquier educador de verdad, los trabajos en equipo, ese gran mito del pedagogismo, no tienen la menor eficacia en educación, ya que todos los esfuerzos y los aprendizajes se diluyen, por no hablar de la dificultad de evaluar con justicia a los alumnos), ni unas pautas mínimas de coordinación y control (las ágoras, las gradas y la luz cenital quedan muy bien para las idealizaciones de la escuela de Sócrates, a las que iban PORQUE QUERÍAN ADULTOS RESPONSABLES, a aprender, por cierto, casi como un juego cosas que no consideraban de carácter esencial, pero son un disparate cuando hablamos de niños que acuden por obligación a un centro educativo; lo de los sofás es de chiste; lo de salir al patio cuando los alumnos están cansados, una dejación de responsabilidades; lo de suprimir los horarios, una frivolidad demencial), ni la evaluación (que es la patata caliente de toda educación sistematizada y que estos señores se cargan de un plumazo suprimiendo los exámenes y proponiendo trivialidades que veremos después).
Puede que a alguien le parezca poco, pero yo pienso que es una tremenda irresponsabilidad someter a niños a este disparate, por mucho que se nos venda como el colmo de la modernidad y que se nos asegure que padres y profesores están muy de acuerdo. A veces, los padres y los profesores se equivocan. También parece o parecía muy aceptado por los padres el proyecto bilingüe, que tiene muchas lagunas objetivas. Por cierto, en el plan de los jesuitas los problemas del bilingüismo se soslayan, porque lo sustituyen por el trilingüismo: catalán, castellano e inglés a partes iguales: ¡toma castaña!
Retórica vacía
A la hora de justificar esta propuesta, Xavier Aragay, un alto representante de los jesuitas de Cataluña, recurre a argumentos varios. Nos asesta los viejos tópicos pedagogistas del aburrimiento de los alumnos, de que hay que adaptarse al alumno, de que hay que hacer que sea el protagonista de su educación, de que educar no es solo transmitir conocimientos... Dice también otras cosas más concretas que merece la pena señalar:
-El delicadísimo punto de dar o no ciertos conocimientos ineludibles que con un programa así está claro que no se garantizan lo elude con un cinismo brutal: "Si hay que aprender raíces cuadradas para llevar a cabo otro proyecto, los alumnos pueden acudir a las unidades didácticas". ¡Ah, amigo! Para hacerse el guay, los proyectos superfashion; para aprender de verdad, el libro de toda la vida, ¿no? Eso se llama no tener respuestas y embaucar con montajes vacíos.
-Algo parecido ocurre con la evaluación: lo quieran o no, estos señores van a seguir teniendo que poner notas, ¿cómo piensan resolverlo? He aquí la fórmula: "Aunque no hay asignaturas, para cumplir con lo establecido legalmente también ponen notas, pero puntúan primero las competencias de cada alumno y luego, mediante un algoritmo, las transforman en notas por materias para que consten en el expediente". Traducido al román paladino: los chavales irán al cole a pasárselo en grande con los "proyectos" y luego se les regalará el aprobado en Matemáticas, Sociales, Lengua..., lo que ya se está haciendo, vamos. No nos tomemos esto a broma, porque me temo que va a ser la fórmula que la Administración va a querer que apliquemos todos para aprobar a cualquiera haga lo que haga con el invento este de las competencias, porque, naturalmente, el imperio del aprobado regalado no solo va a continuar con la LOMCE, sino que se va a fortalecer. Espero que los jesuitas, que parece que van a la vanguardia, al menos nos pasen el algoritmo.
-"Aprenden mucho mejor si ven que lo que aprenden tiene una aplicación práctica". El primer mandamiento de la pedagogía de hoy, que va a ser el pretexto con el que se va a expulsar a los contenidos teóricos (es decir, a empobrecer las enseñanzas) de nuestra educación. Por cierto, en el artículo tampoco abundan los ejemplos de aprendizajes con aplicación práctica, y sí los elementos de los que poco aprendizaje se podrá esperar, como eso de los sofás, la supresión de los horarios o la forma de evaluar.
-Han encontrado casos de alumnos "que antes se inventaban que tenían fiebre para no acudir a clase y ahora quieren venir aunque tengan fiebre". ¡Normal, como que ahora no acuden a clase, acuden al circo que han montado ustedes!
-En el párrafo final, nos enternecemos con estas palabras: "Miramos a la cara de los niños y les ayudamos a desarrollar su proyecto vital, a descubrir sus talentos, a encontrar sentido a lo que hacen, a lo que quieren conseguir, a saber interpretar, a reflexionar, a cuestionar". Palabrería pringosa que esconde muy malamente su intención publicitaria, pero todo lo estropea la última frase del artículo, que es de auténtica traca: "Junto con la familia e internet, intentamos construir personas". ¿Internet? ¿Para construir personas? Prefiero a los curas de antes, que no tenían reparos en decirte que con lo que contaban era con el catecismo.
El articulito este es un buen aviso para navegantes. Una vez más, ABC nos obsequia con una mezcla de propaganda comercial y política, ya que aquí, además de publicitarse una empresa educativa, se están vendiendo las excelencias de los nuevos dogmas pedagógicos oficiales y, ya lo he dicho por ahí, un buen manual práctico de cómo llevarlas a efecto. Competencias básicas, internet, bilingüismo, trilingüismo decalingüismo o lo que haga falta, aprendizaje emocional, aplicación práctica, proyectos, equipo...: viejas vaciedades que son lo que viene y que se nos están vendiendo como una revolución, viejos sueños pedagogistas que lo único que van a aportar va a ser más problemas. Y, por encima de todas ellas, el aprobado garantizado, basta para entenderlo con mirar el talante de este y de otros proyectos que he analizado aquí, por no hablar de otra cosa: de que estas ideas parece ser que están siendo muy bien acogidas en la enseñanza privada. Más claro no puede estar.