Sobre esa lamentable aberración del bilingüismo escolar que, como tantas otras, nuestros dirigentes políticos nos han impuesto por su santa voluntad y por la única razón de que, gracias a la forma demagógica y embustera en que la han difundido, les está dando réditos electorales, ya os he hablado en más de una ocasión, ya fuera para señalar que es un disparate, para retratar el modo hipócrita en que los dirigentes se la autoaplican o para dejar constancia de la peor de sus consecuencias: que se está llevando a cabo con grave perjuicio para los alumnos, lo que revela hasta qué punto carecen de escrúpulos las personas y organizaciones (en el caso concreto de la Comunidad de Madrid, el PP que nos gobierna) en cuyas manos está hoy España.
Vuelvo hoy sobre lo del perjuicio para los niños. Hace unos días, estaba en la sala de espera del médico y entró una joven madre con un niño que aparentaba dos o tres años. Se sentaron frente a mí y entonces pude ver que el pequeño llevaba una sudadera de la guardería en que supuse que debía de estar, nombre que estaba escrito... en inglés. ¿Bilingües ya desde esa edad? El cacao mental que se les va a inocular a estas generaciones en materia lingüística va a ser de órdago a la grande. Pero el producto, lanzado por la Consejería de Educación, está ahí, y vende, ya veremos las consecuencias.
Hoy he hablado con una sobrina mía que tiene una niña que va a cumplir los tres años y ya para el siguiente curso va a ir a la escuela. Me cuenta mi sobrina que está mirando las diversas opciones que tiene cerca de casa y me dice que se encuentra indecisa y que hay cosas que la preocupan, la principal de ellas, el bilingüismo. Le pregunto por qué y me cuenta que la mayoría de los centros de alrededor de su casa son bilingües, pero ella no quiere llevar a la niña a un bilingüe, ya que conoce a mucha gente que tiene a sus hijos en bilingües y lo están pasando mal. ¿Por qué? Pues porque el inglés y/o las materias de toda la vida enseñadas en inglés se les atragantan, lo que les obliga a tremendos maratones de estudio que a menudo envuelven también a los padres. Sabe de algún que otro niño al que esto le produce tanta angustia que hasta vomita cuando se pone a estudiar. ¿Y esto con cuántos años? Con ocho.
Lo que ya he dicho otras veces: la frasecita sobre la enseñanza bilingüe que se marque quien sea en el próximo mitin electoral tendrá detrás un dudoso o perjudicial resultado educativo y el haber pasado por la picadora a niños y padres. Y lo peor es que los causantes del estropicio lo saben, pero siguen adelante. Ojalá lleven en la vida lo mismo que están sembrando.
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