Me permito incluir en el título de este artículo el del último que ha publicado en Babelia Antonio Muñoz Molina. Puede parecer -y lo es en aproximadamente las cuatra quintas partes del texto- un repaso a la interesante presencia de las bicicletas en la literatura, pero en sus últimos párrafos da un giro hacia el que creo su principal propósito: hablar sobre un reciente desafuero de la justicia, de esos que con más frecuencia de la que nos gustaría nos espantan a los españoles: la puesta en libertad del conductor que atropelló y mató hace poco al ciclista Óscar Fernández Pérez, conductor que circulaba borracho y que tenía ya serios antecedentes de peligrosidad al volante. Así pues, de lo que en última instancia nos quiere hablar Muñoz Molina es del escándalo que le produce tan inexplicable liberación.
De esto no puede caber duda, ya que su artículo finaliza con unas palabras del hermano de la víctima, estas que reproduzco: "La justicia es una mierda. Matar sale muy barato en este país". Sin duda, esto ya lo venimos observando muchos desde hace mucho tiempo: desde los terroristas (acordémonos de De Juana Chaos) hasta los homicidas al volante (véase en el propio artículo de Muñoz Molina la pena que esperaría a este, o el gallardoniano indulto a un kamikaze), pasando por gentuza como el Rafita, aquí en España los que matan de manera aberrante tienen muchas papeletas para salir bien librados. Pero fijémonos también en la primera parte de la cita: "La justicia es una mierda", fin de la cita. Esa parte incluye no solo casos extremos como estos de las muertes, sino otras aberraciones menores, como la de estar en un país que, al lado de eso, es muy capaz de mandar a la cárcel a un padre por pegar una bofetada a su hijo. La justicia en España tiene perdida la brújula desde hace mucho tiempo: es demasiado blanda con los que cometen delitos graves y muy dura con quienes hacen cosas que ni siquiera está claro que sean delitos. Recuerdo un caso de hace años: un hombre tenía en su bar un empleado y una empleada. El empleado no paraba de acosar a la empleada, hasta que un día se pasó algo de la raya y la cogió por detrás y mientras se puso a manosearle el pecho. El dueño del bar se hartó y le dio un puñetazo que le rompió un diente: resultado: ese hombre fue condenado a seis meses de prisión pr haber usado una violencia desproporcionada para evitar la agresión de aquel violador en potencia. Así es la justicia española, precisamente: desproporcionada. Parece que ha perdido el sentido común; presenta un garantismo exagerado y que en general parece hecho a medida de los delincuentes; nos zarandea con normas absurdas que permiten que alguien cometa cien hurtos y no pise no ya la cárcel, sino siquiera un juzgado; indulta a corruptos o a gentuza como el kamikaze del que ya he hablado; tiene un concepto de la reinserción que la realidad desmiente con demasiada frecuencia... pero luego se ceba en alguien que intentó defenderse o en una madre que le dio un coscorrón a su hijo y le hizo sangrar por la nariz. Habría que revisar la ley de violencia de género, por ejemplo: los maltratadores son gente odiosa a la que no hay que dar la menor tregua, pero un padre que da una bofetada o un azote a un hijo, solo por eso, no es un maltratador y me temo que habrá miles de padres que hayan hecho esas cosas y sean mejores padres que muchos que jamás han tocado un pelo a sus hijos: un maltratador es otra cosa, se sabe muy bien, la justicia no puede actuar de forma rutinaria, y más aún cuando con esto parece claro que está cometiendo serias injusticias. Habría que revisar situaciones como esta, por ejemplo: si voy en el metro de Madrid y pillo a un carterista robándome, si lo llevo a la comisaría, no le va a pasar nada, pero si le doy un puñetazo, me puede denunciar por agresión y crearme muchos problemas. Y es que es así con la justicia española de hoy: las personas decentes, a menudo, no pueden ni mover un dedo para defenderse, parece ser que solo pueden aspirar al papel de víctimas pasivas.
Hasta hace poco, cosas como estas solo nos atrevíamos a decirlas cuatro chiflados que no teníamos miedo a que nos llamasen "fachas" o populistas: ¡cómo nos atrevíamos a criticar una justicia tan progresista como la española! Que personas tan poco dadas a excesos como Antonio Muñoz Molina se decidan a acabar un artículo con las palabras que he citado, representa que, a lo mejor, ni nosotros éramos tan "fachas" ni en España tenemos demasiadas razones para estar orgullosos de nuestra justicia.
¿Te acuerdas de aquello de que 'To er mundo e güeno'? Pues desde esos lejanos tiempos, Pablo, palmadita en la espalda y pórtate bien, si quieres claro. O, por el contrario, das un coscorrón y te crucifican.
ResponderEliminarEn fin, lo dicho, Justicia (¿con mayúscula?) sin norte.
Esto es el mundo al revés, Pepe. Aquí, a la vista de todas estas cosas que comento, cada vez cunde más la sensación de que ser buen chico y un ciudadano honrado y obediente es hacer el gilipollas. Me temo que eso nos va a acabar perjudicando mucho, aún más de lo que ya lo está haciendo.
ResponderEliminar