Se advierte al público que la lectura de este artículo sin haber leído previamente la parte I será algo parecido a empezar una novela por la página 119, por poner un ejemplo. Dicho esto, continuamos con el análisis de los objetivos para la eneseñanza avanzados por Gabilondo.
5. Adoptar las medidas necesarias para que tanto la formación profesional inicial,
la que se imparte en el sistema educativo, como la formación profesional
permanente, y la formación para el empleo, respondan a las nuevas
necesidades de los distintos sectores productivos.
Irreprochable, desde el punto de vista social y el educativo.
6. Promover la excelencia, la investigación, la innovación, la transferencia del
conocimiento y la difusión de la cultura científica y humanística en la
enseñanza universitaria.
Anda, que tener que proponerse esto para la universidad, ya te vale. Es como promover que los aviones vuelen, que los barcos floten y que el agua moje. No me extraña que los profesores universitarios lleven ya bastante tiempo quejándose, y lo que parece que les espera. Formular este objetivo es un reconocimiento explícito del penoso estado de nuestro sistema educativo.
7. Impulsar la formación y el aprendizaje a lo largo de la vida, mediante la
adopción de medidas que faciliten compatibilizar formación y empleo, tanto
para la población joven como para la población adulta que necesita mejorar su
nivel de cualificación para incrementar sus posibilidades de empleabilidad.
Sé que muchos de ustedes me van a llamar reaccionario y que este objetivo, queramos o no, está muy adaptado a los tiempos que corren, pero, qué quieren que les diga: no me gusta, esencialmente, porque no es un objetivo de un sistema educativo, sino más bien, una medida de protección social, como podría ser el seguro de desempleo, una medida preventiva: antes de exponerse usted al paro, hágase fontanero-librero-peluquero-pianista-sexador de pollos-ventrílocuo. No es por amor al arte y al conocimiento libremente buscado por una persona adulta: es una obligación más que el feroz y competitivo sistema económico nos impone. ¿Soy yo el único que ve aquí una pérdida de calidad de vida? Esta formación permanente obligada por la necesidad va a salir de las costillas de nuestro tiempo libre; para muchos, va a representar tal vez el pasarse muchas tardes y muchas horas en tediosos cursos de reconversión pura y dura cuando a lo mejor estarían más a gusto jugando al mus o paseando por el parque. Perdonad esta efusión lírico-melancólica, pero es que yo, como Paul de Lafargue, creo que el ser humano tiene derecho a la pereza.
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