Vengo diciendo desde hace tiempo que la política catalana, perdidos desde hace al menos un lustro la vergüenza, la brújula y el juicio, está sumida en un estado de despropósito y esperpento absolutos. La cosa sería para carcajearse, si no fuera por aquello de que el diablo tiene cara de conejo y por ello, en millares de ocasiones, la mueca, el desvarío o la pirueta de un oligofrénico han tenido como resultado final una tragedia. Entre los honorables (con perdón) que han ocupado la presidencia de Cataluña desde que retornó la democracia brillan con luz propia el molt honorable Jordi Pujol (que ha resultado ser uno de los chorizos más inmensos de la historia de España), el molt honorable Pascual Maragall (que se transfiguró en Pasquall cuando decidió cambiar de chaqueta y servir de submarino del independentismo) y los molt honorables Artur Mas (artífice de un golpe de estado, malversador e implantador del segregacionismo en Cataluña) y Carles Puigdemont (golpista, sembrador del odio y el caos y huido en el maletero de un coche). ¿Creíais que tanto honor era imposible de superar? ¡Necios!, ¿es que no sabéis que, en materia de disparates, el catalanismo desconoce la palabra "imposible"? Aquí tenéis la prueba, el último gigante de la humanidad que va a enriquecer con su grandeza la lista de los primeros mandatarios catalanes:
El molt Honorable Quim Torra, centésimo trigésimo primer president de la Generalitat
Hace unos días, cuando me enteré de su elec designación por tan edificante personaje como Carles Puigdemont, me hice la pregunta que me figuro que nos debimos de hacer el 99'999999% de los españoles: ¿quién diablos es Quim Torra? La respuesta es esta: un perfecto desconocido, un político de decimoquinta fila, una mediocridad tan abisal como podría esperarse de quien se ha avenido a aceptar para ser presidente las humillantes condiciones que le ha impuesto ese golpista canalla que se refugia en Alemania, para vergüenza de ese país y de Europa entera. Lo poco que he encontrado en internet va por ese camino, tanto en el aspecto de la irrelevancia como en el de la ejecutoria vacía. Que con estos mimbres se pueda llegar a ser presidente de una comunidad como la catalana (o cualquier otra) da idea de la descomposición a que ha llegado el Estado de las autonomías. El señor Torra, además, carece por completo de dignidad, como pudo verse ya en el pleno de su investidura, que fue una bufonada, un auténtico cachondeo. Resulta grotesco hasta en el nombre: ¿Os imagináis cuando tenga que presentarse ante el rey (cosa que debería hacer) y el jefe de protocolo lo anuncie diciendo: "El honorable Quim Torra"? Si tal escena de película cutre llega a producirse, me figuro que los presentes tendrán que hacer enormes esfuerzos para contener la risa floja, pero he de reconocer que a mí personalmente me gustaría que en efecto llegara el día en que se viese en La Zarzuela y ante el jefe del Estado, a ver en qué quedaba ese delirante tono chulesco que utilizó en su discursito.
Así pues, no extraña que en un artículo del pasado día trece Arcadi Espada lo definiera como "un pobre desgraciao". No lo discutiré, pero quisiera añadir un matiz: cuidado con los pobres desgraciados, porque eso mismo han sido un buen puñado de odiosos criminales, lacayos de tiranías asesinas o funestos dictadores. Y este Torra da un poquito de miedo, quizás podría ir por ahí, porque, además de mediocre y tonto, parece ser que es malvado. Este sujeto es admirador de uno de los más señalados energúmenos del catalanismo de la época de la República: Miquel Badía, el conocido como Capitá Cullons, pura y simplemente un pistolero, que, para colmo, escapó por las alcantarillas cuando Companys proclamó fallidamente el Estado catalán. Suyas (de Torra) son estas palabras: "El coeficiente de inteligencia de un español y un catalán, según las estadísticas publicadas por el ministerio de Educación y Ciencia español, da una clara ventaja a los catalanes". Esto lo escribió en un viejo panfleto de 1982, del que leí un largo extracto en "El Mundo" del pasado domingo (pág. 7), pero es una lástima que no lo pueda encontrar en internet, porque es espeluznante, deberíais leerlo. En fin, un buen compendio de sus flaquezas (y las de su bloque político) lo encontraremos en la excelente réplica que le hizo Inés Arrimadas a su discurso de investidura, merece la pena que lo veáis:
En conclusión, este ridículo Quim Torra será sin duda un payaso esperpéntico, pero sería prudente que no nos riéramos, porque (pruebas de ello, como puede verse, las hay por decenas) sus ideas y propósitos lo delatan como un personaje muy peligroso, un Quim Torr-un que, si no nos tira un día las bombas atómicas que agradarían a su odio, su racismo, su segregacionismo y su inmensa estupidez, no será por falta de ganas, sino porque no pueda o no se lo permitamos. No porque sea un mediocre (Eichmann o Stalin también lo eran, por no hablar de Puigdemont, su mentor) deberían menospreciarse las siniestras intenciones que él mismo ha dejado muy claritas. Después de Pujol, de Carod Rovira, de Mas, de Turull, de Junqueras, de Carmen Forcadell, de los Jordis, de Marta Rovira, de Tardá, de Rufián, de Puigdemont y de tantos otros, después de los CDR y del clima de cada vez más violenta segregación que se vive en Cataluña, que se convierta en presidente a un espantajo como este y se estrene lanzando corregidas y aumentadas las amenazas del separatismo no debe tomarse a broma, por muy tonto que parezca. Asquea, pues, aunque no sorprenda, que el Gobierno vasco, por boca de Josu Erkoreka (otro gran payaso cargado de veneno), se haya permitido hoy mismo la provocación de reclamar la desaparición del 155. Aunque la pista esté llena de caricatos, estamos para pocas alegrías: a menudo los payasos son el espectáculo más triste de la función circense. Algo tendrán que hacer los jefes de pista para poner en su sitio a esta plaga.
Buenas noches. Tengo la sensación de que Torra es más inteligente que Puigdemont, y de que es de los que mueren matando...
ResponderEliminarEn lo segundo estoy de acuerdo al cien por cien, Weno, pero acerca de lo primero no me atrevo a pronunciarme, porque uno ya no gana para sorpresas. Sí te diré una cosa: aparte de ser un indeseable carente de escrúpulos, yo creo que Puigdemont, por lo demostrado con sus actos, no es muy inteligente, aunque sí puede que sea audaz, astuto y oportunista, no sé cómo lo verás tú.
ResponderEliminar¡Buenas! Supongo que has oído hablar de las inteligencias múltiples de Gardner... Pues bien, olvidó una: la inteligencia política. Y en este tipo de inteligencia Puigdemont destaca: Ha viajado por media Europa a cargo de los presupuestos del Estado, tiene un nutrido grupo de seguidores, tiene personas a su servicio dispuestas a inmolarse por él y sabe llevarse al huerto a la judicatura germana... No me niegues que la cosa tiene mérito... Sobre cómo acabará el asunto, sobre cómo acabará Cataluña, sobre cómo acabará España... Esa es otra historia... Saludos cordiales.
ResponderEliminarQuerido Weno: ¿habló Gardner de la inteligencia canalla? Si no lo hizo, deberíamos añadirla con urgencia, lo cual, junto con esa inteligencia política de la que tú hablas, elevaría el número de inteligencias a 10. Como Puigdemont es sin duda un puto crack en esta última, entre esa y las otras nueve, ya no le cabría tanta inteligencia en una cabeza normal, por fin me explico a qué se debe el volumen del mocho. En cuanto a esa serie de cómoacabarás que mencionas, prefiero no deprimirme. Un saludo igualmente cordial.
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