Repasando los libros que he leído en los últimos dos años, se me ha ocurrido que a lo mejor merecía la pena permitirme un jueguecillo, consistente en hacer una pequeña relación (de extensión arbitraria, he decidido que fuera de doce, pero podrían haber sido diez, o quince) de títulos que recomendaría seleccionados de entre todos ellos. Las razones para estar o no en la lista han sido diversas, desde parecerme ociosa la inclusión de alguno habida cuenta del arrollador éxito del que goza en este momento (tal ha sido el caso del excelente El infinito en un junco, de Irene Vallejo) hasta excluir otros por haber sido ya objeto de análisis particular en algún artículo del blog. Organizaré la lista por orden alfabético de los nombres de los autores.
1. Arthur Miller: Las brujas de Salem. Entre 1692 y 1693, en la localidad norteamericana de Salem, con el estúpido detonante de un juego de niñas (cuya actuación en los hechos fue perversa) que pronto fue envenenado por la superstición, los odios larvados y la fatuidad de un puñado de jueces y clérigos ignorantes, se produjo una demencial tragedia que acabó con la muerte de veinte reos que vieron con horror cómo se les condenaba por crímenes imposibles sin que hubiera modo de evitarlo. Si impresionante es esta historia, no menos lo es la magistral obra teatral en que Arthur Miller la llevó a las tablas. Insuperable tensión dramática.
2. Dubravka Ugresic: Zorro. Esta es una obra difícil de catalogar, pero me arriesgaré a decir que es un relato autoficcional en el que su autora (fallecida en 2023) mezcla tramos que bien podrían ser diarios con apariencia de novela con otros que podrían ser ficción o ficciones con apariencia de diario. Es un libro en el que abunda la reflexión, amarga en general, sobre temas tales como la naturaleza de la creación literaria, el desarraigo del exiliado y sus miserias, el lado gris de la vida del artista, la indecente corrupción de los traficantes de la política y, sobre todo, el trágico dolor de la guerra. Leído por un español de hoy, la inmunda bellaquería de esos desalmados que acabaron provocando la guerra de los Balcanes lleva inevitablemente a pensar en cierta gentuza que padecemos por aquí.
3. Emmanuel Carrere: V13. Se trata de un libro muy conocido, la recopilación de las crónicas periodísticas que su autor hizo del juicio por los atentados perpetrados en París el 13 de noviembre de 2015, que causaron 90 muertos y centenares de heridos. La fina perspicacia de Carrere pone ante nuestros ojos diversos asuntos de gran interés, tales como el horror de la matanza, el dolor de los familiares, la indefensión de los ciudadanos y sociedades objeto del ataque, las dificultades procesales, las consecuencias penales y la patata caliente de las comunidades islámicas en Europa. Su retrato de la mezcla de brutalidad, perversidad, estupidez, fanatismo, miseria e inconsciencia de los autores del atentado es magistral.
4. Enrique Jardiel Poncela: Eloísa está debajo de un almendro. Yo creo que esta obra la vi representada en aquel mítico Estudio 1 de la televisión de los años 60, así que entenderéis que no recordara nada de ella, porque, por H o por B, ni volví a verla ni la leí, hasta el año pasado. Como sabréis los muchos de vosotros que la conozcáis, esta genial comedia da para unas buenas risas, más cuanto más avanza la obra. Humor en estado puro y, en general, bastante absurdo.
5. Jon Juaristi: El bucle melancólico. Libro que releí el verano pasado y muy recomendable para todo aquel que quiera conocer la verdadera naturaleza del nacionalismo vasco en sus hechos y personalidades, una lamentable parada de monstruos compuesta de fanáticos, palurdos casposos, cínicos refinados o de brocha gorda, ventajistas, peseteros y, lo peor de todo, asesinos. El autor -dejando aparte su magistral estilo y su ácida ironía- los retrata muy bien porque son sus paisanos y los conoce a fondo, e incluso a buena parte de ellos los trató personalmente.
6. Jorge Ibargüengoitia: Las muertas. Una novela que desconocía (como a su autor) y que pillé un día casualmente brujuleando por la biblioteca, y he de decir que constituyó una agradable sorpresa, agradable no por la historia, que es cruel, violenta, trágica y sórdida (y basada en hechos reales, para acabarlo de redondear), sino por la excelente presentación literaria. Ibargüengoitia tiene un estilo sobrio y de un distaciamiento descarnado, que recuerda mucho al de Rulfo.
7. José Manuel Caballero Bonald: Examen de ingenios. El gran aliciente de este libro, aparte de estar escrito con el excelente estilo esperable en su autor, es que constituye una galería de personajes notables del mundo de la cultura y la literatura, galería muy amplia (de más de cuatrocientas páginas), pues, dada la extensa biografía del autor (1926 - 2021), aparecen en él desde Juan Ramón Jiménez hasta figuras del siglo XXI. El panorama, por tanto, es rico y extenso. Es de agradecer además que Caballero se deje la hipocresía en el fondo de un baúl y se permita, llegado el caso, contar hechos o emitir juicios poco agradables: 464 páginas de almíbar se le habrían atragantado a cualquiera.
8. Juan Ruiz de Alarcón: La verdad sospechosa. No me gusta perder de vista a los clásicos, así que a menudo leo o releo a alguno. Si en algo eran maestros los mejores dramaturgos de nuestros Siglos de Oro, era en la elaboración de enredos. Los de esta obra nos proporcionan escenas realmente graciosas, que, unidas a las disparatadas trolas que se va inventando el protagonista a cada paso para huir de los callejones sin salida en que se mete con las anteriores, dan como resultado una comedia muy divertida.
9. Mario Vargas Llosa: La civilización del espectáculo. En este interesante ensayo, reflexiona Vargas Llosa sobre la cultura y el espectáculo y su relación con la ética ciudadana y la política. Para que entendáis mejor en qué registro se mueve, voy a dejaros una cita un pelín larga, sacada del capítulo quinto (página 144 de la reimpresión de 2020, Alfaguara):
Comencé a escribir estas líneas en momentos en que, en la dictadura cubana, un disidente, Orlando Zapata, se había dejado morir después de ochenta y cinco días de huelga de hambre protestando por la situación de los presos políticos en la isla, y otro, Guillermo Fariñas, agonizaba después de varias semanas de privación de alimentos. En esos días leí en la prensa española insultos contra ellos de un actor y un cantante, ambos famosos, que, repitiendo las consignas de la dictadura caribeña, los llamaban "delincuentes". Ninguno de ellos veía la diferencia entre Cuba y España en materia de represión política y falta de libertad. ¿Cómo explicar semejantes actitudes? ¿Fanatismo? ¿Ignorancia? ¿Simple estupidez? No. Frivolidad. Los bufones y los cómicos, convertidos en maîtres a penser -directores de conciencia- de la sociedad contemporánea, opinan como lo que son: ¿qué hay de raro en eso? Sus opiniones parecen responder a supuestas ideas progresistas pero, en verdad, repiten un guión esnobista de izquierda: agitar el cotarro, dar que hablar.
10. Roland Topor: El quimérico inquilino. Una espeluznante y originalísima novela de terror que incluye bastantes elementos absurdos o surrealistas y que resulta tanto más terrorífica por el hecho de estar muy presente en ella el humor, un humor, ni que decir tiene, más negro que el carbón, voy más lejos aún: si alguien no tiene claro lo que es el humor negro, que se lea este libro y se le disiparán las dudas. No es muy largo, andará en torno a las ciento cincuenta páginas.
11. Sara Stridsberg: La Antártida del amor. La historia que cuenta este libro es la de una joven toxicómana y prostituta que cae en manos de un psicópata que la asesina cruelmente. La voz narradora es la de la propia víctima, que cuenta estos hechos envueltos en su infortunada existencia como si lo viera todo desde el más allá. El resultado es un relato tremedamente triste, melancólico y de tonos apagados. Estos rasgos, unidos al lirismo, la narración morosa y la recurrencia, son muy propios de Stridsberg, una interesante escritora sueca de personalísimo estilo, de la que he leído también La facultad de sueños, una novelación de la vida de Valerie Solanas, la chifladita que en 1968 casi mata a tiros a Andy Warhol.
12. Taina Tervonen: Las sepultureras. Taina Tervonen es una documentalista de la televisión finlandesa que fue a Bosnia a hacer un reportaje sobre la búsqueda de cadáveres de personas que fueron vícitmas de la terrible limpieza étnica llevada a cabo por los serbios en aquel país durante la guerra de los Balcanes. Sobre el terreno, conoció a una forense y a una investigadora implicadas en esa dramática labor y el reportaje consistió en un seguimiento de su trabajo. Tuvo también una réplica en libro, este que os presento. Es bastante impresionante, muy duro, aunque lo iluminan algo las tres mujeres y la encomiable tarea que, cada una en su oficio, llevan a cabo.