Hace pocos días, nos enterábamos de que el ministro de Educación había cedido ante la heterogénea alianza de partidos, gobiernos, sindicatos y asociaciones contrarios a la LOMCE en una cosa: estaba dispuesto a aplazar la implantación de las reválidas. En la actual educación española, marca la pauta un hecho tan lamentable como incontrovertible: es muy fácil aprobar sin estudiar, lo que redunda de forma muy negativa en los conocimientos que acaban adquiriendo los alumnos. Siendo esto así, ¿por qué se sacrifican precisamente las reválidas, que podrían ser un instrumento muy útil para obligarnos a todos -alumnos, profesores y padres (esos cada vez más abundantes que se descuelgan por los centros a presionar por el aprobado)- a ser serios y cumplir los programas?
La pregunta es esta: ¿quién teme a las reválidas? Si echamos un vistazo a los más furibundos críticos de la LOMCE (que no me cansaré de repetir que es mala, pero también lo es la LOE, de la que es una especie de refundición), habrá que concluir que sobre todo son los partidos nacionalistas, el PSOE y los partidos y sindicatos de izquierda, muy en especial, CCOO. ¿Y a qué viene ese temor? Da la impresión de que estos sectores políticos y corporativos tienen auténtico pavor a todo aquello que represente control y verificación de resultados, y no es difícil entender por qué: los nacionalistas, porque no quieren que quede en evidencia el empobrecimiento educativo a que se ha llegado en sus comunidades gracias a lustros de hacer hincapié en tendenciosos programas de adoctrinamiento centrado en sus propias fabulaciones; la izquierda de fundamentos logsianos, porque es la responsable -con su paidocentrismo, su empobrecimiento de los programas y su persecución de la exigencia- del ya largo desastre educativo español. Y, desde hace ya algunos años, a estos presuntos implicados se ha unido el PP, que también le ha cogido el gusto a eso de estigmatizar y obstaculizar la práctica responsable de la docencia. Así pues, no extraña que a todos estos actores les haya costado poco ponerse de acuerdo en eliminar las fastidiosas reválidas: siguen prefiriendo la demagogia estéril, el halagar al padre/cliente con aprobados fáciles y a menudo dudosos. Eso sí: cuando salen noticias como que, un año más, en 2015 nuestras universidades son irrelevantes en el ranking de Shangai, nos rasgamos todos las vestiduras, los primeros, los medios afines a estas corrientes políticas. Pero la frivolidad no suele dar buenos resultados, por eso pasa lo que pasa.
(Quizás algunos hayáis leído una carta que me publicó el domingo "El País" sobre este mismo asunto. Este artículo es una formulación más explícita de lo que en ella se dice)
Hay dos cosas, posiblemente las únicas, que me gustan de la LOMCE (¿cuánto durará? A saber...): El asunto de las reválidas (necesitamos una evaluación externa de nuestro sistema educativo) y la mayor concreción de los objetivos de aprendizaje que aparece en los "estándares de aprendizaje evaluables" (horrible expresión, por cierto), frente a currículos que cada vez parecían más genéricos y menos definidos (al menos esa era mi sensación en el área de Matemáticas). De hecho, estas dos cosas van ligadas entre si, porque si hay algún tipo de prueba externa objetiva, los docentes deben tener claro sobre qué contenidos se van a realizar dichas pruebas. En fin, ya veremos lo que pasa... Un saludo.
ResponderEliminarTodo lo que sea concreción acerca de lo que se va a enseñar y comprobación de los resultados es bueno por fuerza, Weno: en educación, como en toda actividad importante, hay que ser serios. Tiene otra cosa buena la LOMCE: ha intentado frenar algo los abusos cometidos contra la lengua española en sitios como Cataluña, aunque parece que también en esto el PP está dando marcha atrás. Y este es un asunto delicado: el de la lengua vehicular de la enseñanza, en el que hoy en día están envueltas políticas tan perjudiciales como las inmersiones lingüísticas, los bilingüismos, los trilingüismos... Lo de la enseñanza es un caos que deberíamos empezar a tomarnos en serio algún día. Yo creo que transferirla a las comunidades autónomas ha sido un error. Un saludo y perdona que me haya retrasado un poco, es que estoy de vacaciones.
ResponderEliminar¡Hola, por aquí de nuevo! Nada nuevo bajo el sol por lo que vengo observando. Caos, cachondeo, calamidad en definitiva. Mareando la perdiz como siempre. Y los críos en medio, que es lo peor. La palabra reválida suena fea y antigua y a muchos no les gusta: pues nada, le cambiamos el nombre y le ponemos a la cosa uno más bonito, pero reválida o no, yo también pienso que es importante medir los conocimientos y eso sí que da miedo. Y da miedo (mucho) porque todos sabemos que el sistema educativo hace aguas por todas partes y nadie sabe o nadie se atreve a tomárselo en serio de una vez por todas.
ResponderEliminarCreo, sinceramente, que dejaré este mundo (espero que dentro de muchos años, voy a dar tiempo, que luego no digan), y sospecho que esto seguirá igual o peor; No creo que cambie sustancialmente.
No comento sobre las inmersiones lingüísticas, que ya sabes que vivo en la Comunidad Valenciana y me tienen aburrida con tanto idioma y ninguno bien aprendido, por cierto.
Digo estas cosas y me acusan de derechona, fascista y estas cosas ¡a mí! Y ese es el problema, que aparte ideologías, muchas personas solo intentamos analizar del modo más aséptico (políticamente hablando) la cuestión y lo que es positivo, lo es y lo que es un lastre, también. Y si los políticos fuesen decentes, también dejarían a un lado sus fanatismos y verían que esto no funciona, ni con PP ni con PSOE.
Pues nada, ¡a sufrir! (pero no en silencio, eso nunca). Un saludo.
Bienvenida, Vega. Caos, cachondeo, calamidad, dices: espero que ese no acabe siendo el lema de la "marca España" esa de la que ahora se habla, pero, al paso que vamos... Acabo de oír en el telediario que el Ministerio de Sanidad reconoce que cada comunidad autónoma podrá hacer lo que quiera en el asunto de la atención a los inmigrantes: caos, cachondeo, calamidad. Yo me temo que mucho de esto tiene que ver con las autonomías, que se nos ha ido de las manos: a muchos no nos cabe en la cabeza que lo de descentralización haya acabado representando que los derechos básicos sean distintos según el territorio, como tampoco nos caben privilegios fiscales como los de Navarra o el País Vasco, o el arrinconamiento del español en las comunidades bilingües... pero ya habrás pillado que yo, con estas cosas que digo y con lo de defender las reválidas, también soy un fascista, así que... La palabra "fascista" (o mejor aún, "facha") en la España de hoy está ocupando el lugar que tenía la palabra "hereje" en el siglo XVII, es decir, el del martillo para machacar al que piense de forma diferente. Un saludo.
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