Abro el ordenador y me encuentro con una noticia realmente satisfactoria: la organización Sociedad Civil Catalana ha recibido hoy uno de los premios Ciudadano Europeo que concede el Parlamento Europeo. Me congratulo de estar desde hace ya bastante tiempo en contacto con esta organización, que tiene como principales convicciones estas: que ser catalán y ser español no es incompatible, que Cataluña forma parte de España, que la cultura en catalán y la cultura en castellano son ambas muy respetables y no tienen por qué enfrentarse ni excluirse y que una sociedad moderna y democrática debe regisrse por la concordia y el diálogo. Ahora me siento aún más orgulloso de haber asistido el pasado 12 de octubre a la manifestación que se celebró en Barcelona reivindicando estos principios, que son simplemente los de la convivencia y el respeto.
Josep Ramón Bosch, presidente de Societat Civil Catalana
Si miráis la noticia, comprobaréis que el jurado que le ha concedido el premio a Sociedad Civil Catalana no es sospechoso de ninguno de esos sesgos que suelen utilizar como arma arrojadiza quienes no tienen mejor recurso que la descalificación para "argumentar" en favor de insostenibles aventuras independentistas. Para mayor abundamiento, el impulsor de la candidatura, el eurodiputado del PP Santiago Fisas, explica que propuso a esta organización "por promover valores tan importantes como la concordia, la convivencia, el respeto, la tolerancia, la libertad de expresión y el diálogo". ¿Quedaban dudas? Pues, por si acaso hay por ahí alguien a quien le siguen quedando, no estará de más destacar que a este premio se presentaba también la Asamblea Nacional Catalana (ANC), ya sabéis, la organización dirigida por Carmen Forcadell y que ha estado detrás de todas las grandes demostraciones del proceso independentista, pero que a lo mejor al jurado le ha parecido que se inclinaba por otros valores menos europeos.
Y es que parece que la aventura que culminó en el espectáculo del 9-N está empezando a descubrir sus perdedores. La primera perdedora es Cataluña, en primer lugar, por tener al timón de la política a esos gobernantes y esos líderes que no se merece, a juzgar por los despeñaderos por los que la ha metido; en segundo lugar, porque ha desperdiciado energías, tiempo y recursos económicos y políticos en una empresa demencial y perniciosa; en tercer lugar, porque se ha visto sometida a una operación que ha generado fractura social y tensiones muy perjudiciales y en cuarto lugar, porque esa mascarada que orquestaron el pasado día 9 la Generalitat y sus compañeros de viaje, por mucho que estos irresponsables lo quieran tapar, ha dañado mucho su imagen y su prestigio: ese referéndum y el rosario de episodios que desembocaron en él parecían escenas de una charlotada; que hace unos días Mas, cuando se empezó a hablar de la posibilidad de llevarle ante los tribunales, adujera, con ese humor desubicado que le viene caracterizando en los últimos meses, que eso daría una mala imagen de España, fue no solo una muestra de cinismo (otra más) sino de simplicidad: todos sabíamos que era un torpe intento de gracieta irónica, pero, después del ridículo al que él mismo ha llevado a la imagen de Cataluña, que inoportuno era el chistecito sobre la de España.
Los segundos perdedores son el propio Mas, Joana Oretega e Irene Rigau, contra quienes finalmente se va a querellar la fiscalía. Veremos en qué acaba todo esto, pero, como mínimo, en un país serio era inexcusable que los responsables políticos de este disparate tuvieran que acabar dando cuentas ante la justicia por una desobediencia que parece flagrante, pero también por otros cargos, como prevaricación, malversación y usurpación de funciones. Personalmente, tengo la impresión de que, con sus continuos desplantes, provocaciones, maniobras y abusos, Mas pretendía entre otras cosas empequeñecer a la autoridad del Estado español, ridiculizarla, dejar patente que era inservible y débil y que su plan imparable la iba a aplastar. Voy a decir algo que puede parecer una exageración, pero yo creo que el independentismo catalán (aliado en ocasiones con el vasco), con el fin de desgastar a esa España a la que aborrece, no pierde la menor oportunidad de hacerla de menos, de despreciarla. Nueve de cada diez veces que Mas u Homs hablaban del Gobierno o de lo que ellos llaman España, lo hacían con una sonrisilla burlona o presentando lo que desde el lado "español" se decía como cosa de necios o menguados: veremos ahora en qué queda la risita del señor Francesc Homs cuando le pregunten los periodistas por cosas tan serias como la prevaricación o el gastarse el dinero en financiar campañas de independencia en una autonomía donde no parece sobrar para las escuelas y los hospitales. Asociados a esa política de ridiculizar a España, puesto que los nacionalistas han demostrado con creces su afición a conseguir pantallazos para su causa, imágenes superficiales pero que llegan al mundo entero, creo que están una serie de sucesos como las pitadas en las finales futbolísticas, la chuscada aquella de las giraldillas del mundial de atletismo de 1999 en Sevilla o la irrupción en eurovisión de ese redomado imbécil conocido como Jimmy Jump, redomado imbécil inequívocamente catalanista. Este propagandismo de imagen impactante es muy del gusto de los nacionalistas, quienes, paupérrimos de argumentos, saben que para ellos es muy ventajoso el colocar ante millones de personas en un solo relampagueo la apariencia de una realidad que no es. ¿Para qué se hizo en realidad la vía catalana del 11 de septiembre de 2013? ¿Por qué le dio TV3 tan colosal cobertura? Obviamente, para que se viera en todo el mundo. Nada de esto es casual, ni son casuales, pues, los gestos de cara la galería que ha prodigado Mas: su ideología cuida mucho el efectismo propagandístico. Y muchos de esos gestos, repito, iban destinados a ridiculizar al Estado del que es una alta autoridad: pues ahora tendrá que rendir cuentas ante sus órganos judiciales.
Finalmente, me veo que va a haber un tercer perdedor: el PSOE. La torpeza que está demostrando es terrorífica, pero no puede esperarse mucho más mientras en Cataluña esté en manos de personajes como Miquel Iceta, que cada vez que habla de este asunto hace que nos preguntemos por qué este señor no está en CiU o en ERC. El PSOE tiene que entender que su rechazo al plan independentista debería ser inequívoco y que debería dejar ya de intentar utilizar este conflicto como ariete contra el PP, porque lo que va a suceder es que se acabará volviendo contra él mismo. Las formaciones de alcance nacional acaban pagando muy caros sus coqueteos con el nacionalismo, que se lo pregunten a IU. ¿Cuándo romperá el PSOE con el PSC? Va acabar sucediendo que muchos de los votos que el PP va a perder por la corrupción y sus desastres en el gobierno los va a recuperar por la vía de ser más claro que el PSOE en su rechazo al separatismo. Al tiempo.
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