En el número 237 de la revista Claves de razón práctica (correspondiente a noviembre y diciembre de 2014), publica Javier Orrico un artículo que se titula La Lengua y la literatura españolas en la España de la LOGSE, el cual es una excelente síntesis de los desmanes que ha sufrido el español en los últimos años en el terreno educativo e incluso en un ámbito general, procedentes de dos formidables enemigos: el odio de los nacionalismos que pretenden arrinconarlo (ya que el verdadero deseo de algunos, destruirlo, es tarea imposible) y la estupidez empobrecedora de la filosofía educativa que ha dominado durante lustros en nuestro país, a través de la LOGSE y la LOE, pero con inequívocos signos de persistir en la LOMCE. El artículo de Orrico, cuya lectura recomiendo, es un retrato fiel de lo que ha pasado, por qué ha pasado y por culpa de quiénes, en el cual no se olvida ni de un solo detalle, y eso, en tan solo ocho páginas. Clarito y al grano, así que yo no tengo nada que añadir o apostillar. Lo que sí voy a hacer va a ser entresacar una frase y hacer una reflexión sobre ella:
En España, la lengua española es enseñada en la práctica como una lengua extranjera en al menos seis comunidades autónomas. Y, en alguna otra, como lengua de los invasores que exterminaron a la población autóctona o expulsaron a sus legítimos dueños.
Incontestable, como todo el artículo. ¡Y qué terrible verdad!
En las comunidades donde los políticos -nacionalistas o no- pueden utilizar una lengua autóctona como instrumento de medro, incluso se puede decir que el español debería envidiar la suerte de las lenguas extranjeras, ya que en ellas ha sufrido persecuciones como ser retirado de facto del debate político, ser convertido en determinados contextos en una lengua sospechosa, ser prohibido en los recreos, ser señalado como algo consustancial a figuras o movimientos históricos execrables, ser prohibido en las aulas, ser prohibido en la rotulación de los comercios, ser tachado en los carteles de las carreteras, ser ridiculizado por esbirros periodísticos, ser marginado en ferias del libro o ser arrinconado en los programas educativos mediante el procedimiento de hacer muy difícil que los alumnos lo tengan como lengua vehicular.
En otras (con o sin lengua autóctona), vemos cómo gobiernos sin conocimiento, responsabilidad ni escrúpulos implantan absurdos y perjudiciales programas bilingües -¡o trilingües!- que lo expulsan de importantes asignaturas y durante periodos largos y cruciales de la educación de una persona, para sustituirlo por un inglés o un francés mal enseñados. Es necesario recalcar que esto se está haciendo con una complicidad activa o de hipócrita silencio por parte de los demás partidos y de los sindicatos de la educacion. Los resultados de esta gran estafa se verán a la larga: se ganará poco o nada en el aprendizaje de esa lengua extranjera, pero se perderá mucho en el de la propia. Pero no importa: para cuando esto se vea, el verdadero objetivo de estos programas, que es ganar votos para sus impulsores, ya se habrá cumplido.
Este es el trato que estamos dando en nuestro propio país a algo tan importante como nuestras propia lengua. Solo me queda un consuelo: que es tan fuerte que sales a la calle, ves los medios de información o entras en una librería y compruebas, que, por lo que parece, aguanta bien las coces y los mordiscos. Es verdad, pero no deja de ser triste que se vea obligada a recibirlos.