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jueves, 30 de diciembre de 2010

¿Balada triste o balada tonta?

   Acabo de salir del cine, donde a duras penas he podido aguantar hasta el final un penoso espectáculo tan grotesco e incoherente como mortalmente aburrido: la película (es un decir) de Álex de la Iglesia titulada Balada triste de trompeta. Se trata de un engendro (me niego a hablar de historia) con unos personajes insostenibles, una violencia gratuita y excesiva que cae de lleno en el gore (pero, naturalmente, no lo es, es arte, que para eso el señor de la Iglesia es ya un director "de culto") y unas escenas surrealistas puestas al servicio del tremendismo visual de este señor, que al parecer es su mayor virtud. El despropósito se inicia con unos episodios acaecidos en la guerra civil y se sitúa en los años setenta, no por razones de coherencia argumental (cosa inexistente en este bodrio), sino porque esto sirve para embutir unas escenitas de la época de Franco. Lo de la guerra civil y el franquismo viene tan a cuento como el monstruo de las galletas, pero está claro que el señor de la Iglesia y su equipo, avisados comerciantes, saben que estos temas han vuelto a ponerse de moda y por eso los han colocado ahí a tuerto o a derecho.
   Y lo más hilarante del caso es que esta película venía precedida de un vistoso envoltorio: ¡el premio al mejor guión de la Mostra de Venecia! ¡Al mejor guión, nada menos, como si esta orgía de escenas sin pies ni cabeza siguiese algún hilo! Una de dos: o los miembros del jurado le habían pegado al amaretto, o en esa mostra los premios no se dan precisamente por razones de calidad artística. Yo me inclino por lo segundo: sabemos cómo se dan los premios en el mundo cultural español (piensen ustedes, por ejemplo, en esa macro-operación de marketing llamada premio Planeta), no hay razón para creer que en el italiano las cosas circulen de otro modo. Y si alguien disiente de lo del marketing, que repase la brutal campaña publicitaria de que venía precedida esta película, una campaña en la que, como es habitual con el señor de la Iglesia, se empezaba por presentar a este director como el no va más del talento cinematográfico. Pasó ya con 800 balasCrimen ferpecto o Los crímenes de Oxford, y ahí están.
   Habrá que reconocer que con Álex de la Iglesia pasa lo mismo que con otros de nuestros talentos artísiticos: da para bastante menos de lo que se nos quiere hacer creer. Si repasamos su filmografía, la película más redonda es La comunidad, las demás son cintas irregulares con algún buen momento, cintas en las que se repite en su estética y su humor gamberro (que delata su origen de historietista) y que sin duda harán las delicias de sus incondicionales, pero que no pasan de mediocres. Y claro, como haga lo que haga se le ríen las gracias y se le promocionan los productos, pues tenía que llegar más tarde o más temprano el momento que hemos alcanzado con Balada triste de trompeta: el de que nos asestase una birria infumable y con un repugnante regodeo en la violencia, pero, eso sí, una birria "de autor", hasta ahí podríamos llegar, a ver si los de Bilbao van a ser menos que los de Calzada de Calatrava. 
   Una última reflexión: exceptuando al señor Boyero, ¿dónde está la crítica cultural en España? ¿Dónde están los críticos con criterio propio y capaces de hacer lo que se espera de un crítico, es decir, una valoración independiente, razonada y razonable, aunque no siempre sea benévola? ¿Dónde está el crítico literario capaz de decir, por ejemplo, que Riña de gatos, el último premio Planeta, que se va a vender como churros, es un folletín bastante flojo y con deficiencias impropias de su gran autor, mi admirado Eduardo Mendoza, o que a las novelas de Almudena Grandes suelen sobrarles bastantes páginas? Hace cuarenta años, estas cosas las hacían al menos La codorniz y las revistas "progres", pero hoy, ¿quién las hace? El establishment cultural español es hoy mucho más conformista que el de entonces, es un océano de inmensa placidez: premios que ya están dados de antemano y que ¡oh, sorpresa! recaen invariablemente sobre escritores consagrados o personajes famosos, ayudas oficiales que favorecen siempre a los mismos agradecidos creadores, críticos que nunca critican... Así se incentivan las artes y así nos luce el pelo. Y que esto ocurra en el país de Larra ya manda un buen par de narices.

1 comentario:

  1. > ¿Dónde está el crítico literario capaz de decir...?

    Al menos he hallado un sitio donde dicen lo que en otros no se atreven:

    http://www.lafieraliteraria.com/

    ¡Buen año, querido Pablo! ¡Y felices Reyes!

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