Lo vimos en las etapas más álgidas de la ofensiva independentista vasca y sucede también con la catalana: la ilimitada fe que los nacionalistas depositan en el visionado internacional de sus "conflictos" hace que por nada del mundo se pierdan una oportunidad de salir en la "tele": a la menor expectativa de que un evento vaya a tener repercusión internacional, se lanzan en picado. El sentido goebbelsiano que tienen de la propaganda les lleva a la siguiente estrategia: repitamos mil veces ante el mundo nuestras mentiras y conseguiremos que el mundo las acabe considerando la verdad; de ahí vienen las pitadas en los partidos milimétricamente preparadas, el asunto aquel de las giraldillas, la vía catalana...: espectaculares anuncios de un pésimo producto, pero no podemos olvidar que la publicidad puede hacer pasar por bueno lo malo, y mucho me temo que los gobernantes y políticos españoles no están contrarrestando bien esta táctica.
Con esta premisa y sabiendo como sabemos lo justitos de decencia que andan los nacionalistas, ¿existe alguien que se haya sorprendido de que tomasen por asalto incluso un evento como la manifestación de ayer sábado, que se suponía que era para mostrar el rechazo ante unos sangrientos atentados terroristas, pero ellos la han infectado de su beligerancia separatista? A estos señores no les importan ni los muertos. Ya ayer por la mañana, varios medios coincidían en el término "encerrona" para referirse a lo que le esperaba al rey unas horas después y no cabe duda de que acertaron, pero no porque fueran adivinos, sino porque estaba cantado. Señalada ya esta gran ruindad general de la grosera usurpación, vayamos, una vez más, a los hechos concretos de otras más particulares.
-Comité de recepción. En un breve artículo titulado Fue una celada, informa "El Mundo" de que el lugar desde el que debían partir las autoridades nacionales y el rey, antes de que estos llegaran, ya estaba tomado por unos tres mil radicales provistos de esteladas y cartelitos de esos que no te haces tú en tu casa, quienes enjaularon prácticamente a la comitiva y la sometieron a hostigamiento durante todo el recorrido de la manifestación. Señala el diario que ese punto de partida era un dato de carácter reservado: si es así, alguien de la organización tuvo que facilitárselo a los "espontáneos" manifestantes, y esto señalaría a la Generalidad o al Ayuntamiento de Barcelona; en la misma línea apuntaría otro dato que aparece en ese artículo: que la presunta representación civil que precedía al rey y al Gobierno de la nación también se giró para importunarles con carteles semejantes a los de los hostigadores. Si esto también es verdad, las instituciones organizadoras han saltado de la indecencia a la traición, que Dios nos pille confesados en todo aquello en lo que estén envueltos estos personajes tan carentes de límites.
-Los cartelitos. Fijaos en esta foto sacada de "El País":
Me he decidido a poner este mural que se me come medio artículo porque en él se aprecian bien esos carteles de fabricación industrial -azules, rojos, verdes, amarillos o blancos- que prácticamente inundaron la manifestación. La primera pregunta que nos sucitan es: ¿con qué fondos se han pagado? Y es pertinente, porque, si se ha hecho con fondos públicos, dado que están repletos de ataques al rey y al Gobierno de la nación, no sé hasta qué punto esto no debería investigarse. Lo siguiente que llama la atención son sus mensajes (se ven mejor en las ediciones en papel de los periódicos), en primer lugar, por las lenguas en que están escritos: catalán, inglés y, ¡prodigioso!, español. Aquí entra en escena el factor de propaganda goebbelsiana del que hablaba antes: la mente que está detrás de esta manipulación quiso muy bien que todo el mundo se enterase de lo que deseaba decir, así que se dejó de remilgos segregacionistas y se avino a instrumentalizar hasta la odiada lengua española, por la sencilla razón de que esa cuidada edición de consignazos fue el vehículo de lo más rastrero de sus injurias, cosas como "Felipe, quien quiere la paz no trafica con armas" o "Mariano, queremos paz, no venta de armas", más la contrapartida, es decir, el utopismo hipócrita que los ladinos autores de estos carteles quieren hacer pasar como su beatífica propuesta, sandeces fuera de contexto como esa de "Imagine a country that doesn't sell arms": puestos a no respetar a los muertos, estos genios tampoco tenían por qué respetar a John Lennon. No cabe la menor duda: iban a estar las "teles" de todo el mundo, así que había que manipular alto, claro y archirrepetido.
-Algunas cosas que no son ruindades, pero que no deberíamos pasar por alto. Una vez pasada esta marea, hay una serie de cuestiones que afectan más al buenismo y la corrección política que a la vil manipulación, pero que considero perjudiciales o inadecuadas y quiero, por tanto, señalar. La primera está ya más que recalcada, pues han sido muchos ya los que han dicho que el lema de toda esta reacción, No tinc por, es bastante desafortunado, por mentiroso y por insensato: ¿cómo no se va a tener miedo a locos capaces de hacer lo que hacen los islamistas? ¿Qué sentido tiene jactarse de algo que es falso e irracional? Mucho me temo que detrás de esta estúpida elección lo único que había era el afán de eludir cualquier frase condenatoria, ni siquiera destinada a asesinos tan abyectos como los de Barcelona y Cambrils, los remilgos del buenismo carecen de sentido del ridículo. Y esto, por no hablar de otro matiz que en lo que atañe a la tragedia de los atentados es irrelevante, pero que, si cambiamos de ámbito y atendemos a la más que probada manipulación que el nacionalismo ha ejercido sobre este asunto, importa mucho: una vez más, el español ha quedado relegado: tendríamos que hacer lo posible por dejar de complacer a los separatistas en el juego de convertir al español en una lengua vergonzante, segundona, que hay que usar pidiendo perdón y con la inmediata traducción al catalán para no pecar, a no ser que seamos tan gili_ _ _ _ _ _ de no habernos dado cuenta de que la anulación y estigmatización de la lengua española es una de las bazas esenciales de los planes separatistas, que llevan años castigando su uso y a quienes la usan. Tampoco es desdeñable el posicionamiento que se ha adoptado ante el islam: este asunto es tremendamente delicado, así que convendría que, incluso mentes tan fanatizadas como las del nacionalismo catalán, lo tratasen con muchísimo cuidado, me explicaré. En la demencial variedad de frases de los cartelitos de colorines, junto a las temerarias acusaciones contra el rey o el presidente del Gobierno de la nación, había otra que decía: "No a la islamofobia". Uno podría preguntarse dos cosas: primera: ¿no podría dar la impresión de que para los manifestantes los malos de esta película eran Felipe VI o Mariano Rajoy, antes que un puñado de asesinos que han matado en nombre del islam? Segunda: está claro que los islamistas no son el islam, que este no debe ser criminalizado y que debemos respetar a los millares de buenos musulmanes que viven en España, pero, ¿acaso esa manifestación estaba motivada por algún ataque contra el islam? Por supuesto que no: estaba motivada por horribles atentados cometidos por, nos guste o no, personas procedentes del islam, así que ese cartel era completamente inadecuado, y no solo eso, sino que podría suministrar argumentos a los círculos de los que proceden los asesinos, lo cual sería lo único que nos faltaba: que un día saliera cualquiera de esos mamarrachos que actúan como portavoces del terrorismo islamista diciendo que atentaron aquí porque somos unos islamófobos. Todas estas razones valen para otra cosa que me parece un tremendo error: haber dado la voz a una musulmana en la lectura del comunicado final: está muy bien que queramos que no se estigmatice a los musulmanes, pero, habiendo víctimas de más de treinta nacionalidades, ¿no parece un despropósito conceder tal relevancia precisamente a la comunidad de la que procedían los asesinos? ¿No cabe incluso la posibilidad de que esto haya herido la sensibilidad de alguna víctima? Habrían tenido los organizadores de la marcha que ser más serios con esto: la muerte y el terror deben ser tomados muy en serio y sus víctimas tratadas con mimo, pero ellos han preferido decantarse por un buenismo frívolo y superficial: cualquiera diría que no han aprendido de la trágica experiencia que por desgracia nos han aportado a los españoles lo desmanes del nacionalismo radical vasco.
-Algunas cosas que no son ruindades, pero que no deberíamos pasar por alto. Una vez pasada esta marea, hay una serie de cuestiones que afectan más al buenismo y la corrección política que a la vil manipulación, pero que considero perjudiciales o inadecuadas y quiero, por tanto, señalar. La primera está ya más que recalcada, pues han sido muchos ya los que han dicho que el lema de toda esta reacción, No tinc por, es bastante desafortunado, por mentiroso y por insensato: ¿cómo no se va a tener miedo a locos capaces de hacer lo que hacen los islamistas? ¿Qué sentido tiene jactarse de algo que es falso e irracional? Mucho me temo que detrás de esta estúpida elección lo único que había era el afán de eludir cualquier frase condenatoria, ni siquiera destinada a asesinos tan abyectos como los de Barcelona y Cambrils, los remilgos del buenismo carecen de sentido del ridículo. Y esto, por no hablar de otro matiz que en lo que atañe a la tragedia de los atentados es irrelevante, pero que, si cambiamos de ámbito y atendemos a la más que probada manipulación que el nacionalismo ha ejercido sobre este asunto, importa mucho: una vez más, el español ha quedado relegado: tendríamos que hacer lo posible por dejar de complacer a los separatistas en el juego de convertir al español en una lengua vergonzante, segundona, que hay que usar pidiendo perdón y con la inmediata traducción al catalán para no pecar, a no ser que seamos tan gili_ _ _ _ _ _ de no habernos dado cuenta de que la anulación y estigmatización de la lengua española es una de las bazas esenciales de los planes separatistas, que llevan años castigando su uso y a quienes la usan. Tampoco es desdeñable el posicionamiento que se ha adoptado ante el islam: este asunto es tremendamente delicado, así que convendría que, incluso mentes tan fanatizadas como las del nacionalismo catalán, lo tratasen con muchísimo cuidado, me explicaré. En la demencial variedad de frases de los cartelitos de colorines, junto a las temerarias acusaciones contra el rey o el presidente del Gobierno de la nación, había otra que decía: "No a la islamofobia". Uno podría preguntarse dos cosas: primera: ¿no podría dar la impresión de que para los manifestantes los malos de esta película eran Felipe VI o Mariano Rajoy, antes que un puñado de asesinos que han matado en nombre del islam? Segunda: está claro que los islamistas no son el islam, que este no debe ser criminalizado y que debemos respetar a los millares de buenos musulmanes que viven en España, pero, ¿acaso esa manifestación estaba motivada por algún ataque contra el islam? Por supuesto que no: estaba motivada por horribles atentados cometidos por, nos guste o no, personas procedentes del islam, así que ese cartel era completamente inadecuado, y no solo eso, sino que podría suministrar argumentos a los círculos de los que proceden los asesinos, lo cual sería lo único que nos faltaba: que un día saliera cualquiera de esos mamarrachos que actúan como portavoces del terrorismo islamista diciendo que atentaron aquí porque somos unos islamófobos. Todas estas razones valen para otra cosa que me parece un tremendo error: haber dado la voz a una musulmana en la lectura del comunicado final: está muy bien que queramos que no se estigmatice a los musulmanes, pero, habiendo víctimas de más de treinta nacionalidades, ¿no parece un despropósito conceder tal relevancia precisamente a la comunidad de la que procedían los asesinos? ¿No cabe incluso la posibilidad de que esto haya herido la sensibilidad de alguna víctima? Habrían tenido los organizadores de la marcha que ser más serios con esto: la muerte y el terror deben ser tomados muy en serio y sus víctimas tratadas con mimo, pero ellos han preferido decantarse por un buenismo frívolo y superficial: cualquiera diría que no han aprendido de la trágica experiencia que por desgracia nos han aportado a los españoles lo desmanes del nacionalismo radical vasco.