Hoy nos hemos levantado con la noticia de que la Corte de Derechos Humanos de Estrasburgo ha dictado una sentencia que establece que los crucifijos en las aulas violan los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y la libertad religiosa de los alumnos. El pronunciamiento se refiere tanto a la de los alumnos de las fes no cristianas como a la de los ateos, y es histórico por ser el primero que emana de este tribunal sobre la materia en cuestión, cuestión que resulta obvia: en los estados democráticos y pluralistas, los centros educativos no pueden mostrar preferencia por credo religioso alguno ni exhibir sus símbolos. La escuela forma en conocimientos y en valores cívicos: es ciencia y convivencia, no creencia.
Y sin embargo, me acuso de que un par de líneas más arriba he dicho algo que no debe de ser cierto, pues parece evidente que, para muchos, el deber de aconfesionalidad de los centros no resulta tan obvio, basta con mirar al germen de esta sentencia, la denuncia que puso en 2002 Soile Lautsi, una italiana de origen finés que no quería que en el instituto de sus hijos (de una localidad de Padua) hubiera crucifijos. He aquí dos reacciones a su iniciativa que demuestran la ceguera de unos cuantos: 1.- El gobierno italiano recurrirá el fallo de la corte de Estraburgo. 2.- La familia de Soile ha recibido amenazas, hoy mismo he visto a su marido respondiendo de espaldas a una entrevista debido a ello. Y con esto se me ocurre que tal vez he vuelto a mentir, porque, otra vez un par de líneas más arriba, he dicho ceguera donde quizás hubiera debido decir intolerancia o fantismo.
La presencia de símbolos religiosos en los centros educativos es muy poco sostenible. Como ya he dicho alguna vez, nadie con dos dedos de frente discutiría que el agua hierve a cien grados centígrados, que los Andes son una inmensa cordillera que recorre Sudamérica de norte a sur o que Lope de Vega escribió El caballero de Olmedo; ahora bien, ¿estaría todo el mundo dispuesto a admitir, por ejemplo, que Jesucristo resucitó al tercer día o que Mahoma visitó los Cielos a lomos de una burra con cabeza humana llamada Buraq? Me temo que no; y es que esas cosas entran en grave contradicción con la lógica humana, el conocimiento humano y la experiencia humana; creerlas depende de una postura voluntaria de aceptación que no todos están dispuestos a adoptar. Y nadie está obligado: no todos somos cristianos, musulmanes, budistas, animistas o ateos: esto son ideologías no universales con planteamientos a menudo discutibles y a veces hasta inverosímiles que no tienen derecho a imponer ni la escuela, ni el gobierno de Berlusconi, ni el cardenal Rouco, ni los vecinos de Soile Lautsi, ni nadie. Líbrenos Dios de los que deseen o intenten imponerlas, porque serán del mismo pelaje que el inqusidor Torquemada, Stalin u Osama Bin Laden.
Y aún hay algo más: como la propia sentencia del tribunal de Estrasburgo parece ser que menciona en algún apartado, se da también la circunstancia de que las religiones tienen planteamientos éticos que a veces chocan con los Derechos Humanos sobre los que debe descansar toda sociedad democrática y avanzada: ¿qué me dicen del islam y la mujer? ¿qué me dicen de la homofobia de musulmanes, judíos y cristianos? ¿Qué me dicen del patriarcalismo machista apenas encubierto de todas estas religiones? ¿Qué me dicen de la obsesión con la moral sexual y con los métodos anticonceptivos de los cristianos? ¿Qué me dicen del desprecio de todas las religiones -particularmente, el judaísmo- hacia los que no son de su fe? ¿Qué me dicen de estos "caritativos" cristianos que amenazaban a la familia de Soile Lautsi? Y esto, por no hablar de la auténtica orgía de atrocidades que postulan el sinfín de sectas que corren por el mundo y que se sienten religiones y aspiran a ser reconocidas jurídicamente como tales, a lo mejor algún día toco este tema. No: la escuela universal y humana no puede admitir la enseñanza de estos sistemas ni sus símbolos; algunas religiones son tan intolerantes que rozan o caen de lleno en la prédica de conductas ilegales.
Llego entonces, para teminar, a un asunto delicado: ¿qué pasa en España? ¿Para cuándo dejaremos la decisión de quitar la religión de nuestros programas educativos? ¿Hasta cuándo permanecerá esta asignatura en la escuela pública de un país aconfesional? La cosa hoy parece estar en calma, pero la cuestión no es menor, sobre todo cuando sabemos que a los obispos aún les parece poco lo que ya tienen y hasta existen indicios de que nuestros políticos no sólo no piensan sacar de los centros la religión que ya hay, sino que además no hacen ascos a meter otras, como la musulmana. ¡Qué buen rollito el de nuestros gobernantes, particularmente, los socialistas! ¿Cuándo empezarán a respetar de verdad a la escuela?
Estoy totalmente de acuerdo con todo el texto, con tus ideas sobre el respeto a la pluralidad ideológica y religiosa, y no existe otra medida en una democracia, que la igualdad y el respeto a todas las creencias y a todos los pensamientos.
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