domingo, 20 de abril de 2025

Nos dejó Vargas Llosa

    Hace justamente una semana abandonó este mundo miserable Mario Vargas Llosa, uno de los más grandes escritores de la literatura hispanoamericana y de la lengua española del siglo XX -y con expansión al XXI-, un autor que, por la extensión y excelencia de su obra, presenta méritos muy poderosos para perdurar en el Olimpo de los clásicos. Soy una más de las millones de personas en el mundo que hemos admirado la obra de este coloso y, en mi caso concreto, la impresión se produjo especialmente por sus posturas políticas, por sus artículos y por sus libros, así que basaré este pequeño homenaje en estos tres soportes.

    En lo referido a sus posturas políticas, conozco solo por referencias sus comienzos izquierdistas y de apoyo a la revolución cubana, pero en cambio he tenido noticias  más directas de su posicionamiento favorable a la democracia pluralista, esa que hace que vivir en París sea tan distinto de sobrevivir en La Habana o en Kabul. Recuerdo un episodio realmente singular que ocurrió creo que a finales de los 90, que consistió en un mano a mano entre Felipe González y Vargas Llosa, el cual se celebró en la Casa de Las Américas ante los ojos de 250 o 300 privilegiados, uno de ellos, vuestro amigo el guachimán. Aquellos dos insignes personajes debatieron sobre todo de política y resultó curioso y aleccionador ver cómo el astuto González, en una época en la que él y su partido estaban muy desprestigiados por la mala gestión y la corrupción, se imponía dialécticamente con su demagogia izquierdista a un Vargas Llosa que bastante tuvo con poder colocarle alguna estocada crítica. Y es que, por muy sólido que sea su bagaje teórico, un intelectual nunca superará a un político en su propio terreno, cosa de la que Vargas tuvo una experiencia personal aún más elocuente cuando optó a la presidencia de Perú y perdió ante un pajarraco llamado Alberto Fujimori (y aún hay algunos que dicen que el pueblo nunca se equivoca). Y si honorable fue este lance de la vida del gran escritor en la política peruana, tanto o más lo han sido sus alineamientos de los últimos años en la española, muy especialmente, su frontal oposición al separatismo, de la que siempre se ha destacado su memorable discurso de 2017 en una manifestación contra el prusés. Esto es algo por lo que los españoles deberíamos estarle eternamente agradecidos.

    Muy relacionados con sus convicciones políticas estuvieron sus artículos de prensa, pues en ellos, tomando como chispa de inspiración tanto un hecho trivial como un gran acontecimiento, exponía Vargas Llosa sus reflexiones acerca de los más diversos campos de la vida y la actividad humana, pero muy frecuentemente elegía asuntos relacionados con la convivencia, la ciudadanía, la justicia, la política, el derecho o la ética. Es ocioso señalar que sus artículos siempre seducían por el primoroso estilo literario y que jamás leí uno en que ni la anécdota que relataba ni las reflexiones que a él le inspiraban carecieran de interés: antes bien, he de declarar que esos artículos eran una alta escuela de los temas que he mencionado. Me estoy refiriendo a los que publicó durante años en "El País" en una tribuna dominical que se titulaba Piedra de Toque, una serie que se inició en 1990. Siempre me acuerdo de uno que se titulaba El oscuro vidriero, que contaba la historia de un cristalero inglés -creo- que un día comprobó que todos sus proveedores de materia prima le cobraban un mismo y abusivo precio, por lo que se quejó ante las autoridades de defensa de la competencia de su país, destapó con ello el pacto oculto e ilegítimo que tenían acordado los fabricantes y lo echó por tierra. Quería demostrarnos el escritor que, para que haya democracia real (económica en este caso) deben existir y funcionar leyes que impidan los abusos de los fuertes y que permitan a los débiles recurrir a ellas, y creo que este ejemplo es muy ilustrativo de su modo de pensar.

    Vargas Llosa escribió muchos libros y confieso que yo no los he leído todos, pero sí bastantes. Ha habido alguno que otro que no me ha gustado, pero ha habido muchos que sí, e iré aún más lejos y diré que entre estos hay unos cuantos que encuentro extraordinarios. Uno de ellos es el muy aclamado La verdad de las mentiras, una interesantísima y enriquecedora reflexión sobre la narración, la ficción, la literatura, el hecho de escribir y de leer, "cosillas" así. Su faceta de crítico o estudioso literario la descubrí hace muchos años, cuando, siendo estudiante de Filología, me tocó leer Tirant lo Blanc, y descubrí en la encomiable edición de Alianza un estudio inicial de Vargas Llosa que era -es- un estupendo aunque breve tratado de teoría literaria. Yendo al género en el que sobresalió, es decir, la novela, recuerdo que en el año 2000, cuando llevaba ya bastante tiempo sin leerle, me compré sin demasiada fe (fruto de la excesiva promoción que se le había hecho) La fiesta del chivo, y me encontré con una novela fabulosa. Enmarca ese relato en la República Dominicana del general Rafael Trujillo, lo que le da pie para poner en solfa al dictador y su mundo y manejar sus recursos para la ambientación histórica, que son muy brillantes, pero quiero aclarar que no debemos con esto entender que ni esa ni las otras novelas en las que los utiliza sean novelas históricas, porque en ellas esos recursos son solo un elemento auxiliar. Algo parecido ocurre con Conversación en la Catedral y La guerra del Fin del Mundo: lo que ocurre en ellas está inscrito y presentado en una concreta circunstancia histórica, pero lo que le interesa al autor y de lo que habla es otra cosa. Citaré para terminar La ciudad y los perros, de 1962, que fue su primera novela, y este es un hecho que nunca debe pasarse por alto. Le tengo un especial cariño a este libro, cuya historia me atrapó con mucha fuerza, ya que lo leí cuando hacía poco que había terminado mi servicio militar, así que los padecimientos de los cadetes del Leoncio Prado me recordaban bastante a algunos que yo había sufrido o de los que tenía noticia, por lo que me dije que algún día escribiría un libro como ese. Años después, me tomé en serio esa promesa y me puse manos a la obra: releí La ciudad y los perros, leí algunos otros libros e informes, me zambullí en las hemerotecas para buscar casos reales, consulté a mis amigos de la Organización del Defensor del Soldado... Y de ahí salió La república mejor. Naturalmente, no es La ciudad y los perros, pero a mí me sirve para ver en Vargas Llosa a mi maestro, además del genial escritor del que gustosamente he leído tantísimas páginas de esas magníficas obras que le servirán para estar para siempre entre nosotros. 

jueves, 10 de abril de 2025

El vídeo de Leo

     Le ha bastado menos de un minuto y medio a un profesor de la enseñanza pública de Madrid llamado Leo para dejarnos la enésima demostración de algo ya muy conocido: el poder de internet, y lo ha hecho mediante un vídeo -presumo que ya celebérrimo- en que nos explica las razones por las que se ha visto obligado a pedir una baja (1). Como es bastante breve, voy a permitirme transcribirlo en fragmentos que iré glosando.

    Me llamo Leo, profe de Secundaria en la escuela pública de Madrid, y soy una persona no binaria. No atiendo a los roles de género como otras personas.

    En estas dos líneas, Leo se identifica: nos da su nombre, su profesión y... su preferencia de género. Este último dato ya es tremendamente significativo, porque choca que un aspecto tan íntimo se espete a la primera de cambio y en un vídeo dirigido a miles de desconocidos. Esto, junto a las últimas palabras, que indican que su emisor lo hace sintiéndose diferente y situándose enfrentado al mundo, delata ya una cierta beligerancia, mientras que  el vocabulario propio de los círculos transexuales y su liturgia ("no binaria", "roles de género") nos avisa ya de un posicionamiento sesgado y sectario. Que no nos engañen su sonrisita y el victimismo que va a destapar a continuación: Leo quiere guerra.

    Cuando me presento, me gusta pedir dos cosas: una, que no imiten este acento andaluz tan bonito que tengo (me pone de los nervios), y otra, que me llamen por mi nombre, Leo, y mi pronombre, elle. Hay personas que no lo respetan y, si lo hicieran, me quedaría más tranquile. 

   Entramos aquí ya en la declaración abierta de hostilidades: me parece bien que, como todos, Leo aspire a que se le llame por su nombre, pero el resto de la humanidad no tiene por qué aceptar su particular visión del mundo ni asumir sus discutibles clasificaciones, que le hacen autopercibirse bajo esa estrafalaria etiqueta de no binario, cuando los ojos que la naturaleza nos ha dado a todos nos transmiten un tío con toda la barba. Por eso también resulta una extralimitación que pida que se le aplique el pronombre elle, y una extravagancia su uso del adjetivo tranquile, palabras ambas inexistentes en la lengua en que nos comunicamos todos los hablantes del español, cayendo con ello en ese alarde de soberbia tan propio de los transexuales: pretender que sea el mundo el que se someta a ellos, y no ellos los que acepten el mundo, como es justo, razonable y sensato. Que hayan conseguido contagiar esta histeria a las leyes, que les apoyan en sus abusivos caprichos y el ombligocentrismo que les aqueja, es un dato revelador de lo desnortadas que andan hoy algunas. El problema de fondo de esta gente es que se creen más que los demás y tienen la piel demasiado fina, como demostraría lo fácilmente que Leo se pone de los nervios y se intranquiliza.

    Aunque, por ley, en la comunidad eductativa, tenemos el deber de hablar sobre la discriminación hacia el colectivo, hay familias que se empeñan en ocultar esta temática. Las quejas me afectan personalmente, y acaban calando, y, aunque adoro mi trabajo y a mis estudiantes, por primera vez en siete años, me he tenido que coger mi primera baja. No ha sido nada bonito sentir que no quería dedicarme a esto, ¡con lo que me gusta a mí ser profe

    He podido comprobar que las confesiones de Leo han producido en algunos indignación y/o estupor, reacciones que mayoritariamente han sido motivadas por cosas que se dicen en este corte, especialmente, lo de la baja, pues, si no nos da más datos, este caballero la ha cogido porque ha habido quejas contra él, cosa que me parece una auténtica desvergüenza, ya que tal hecho no es motivo para que ni un profesor ni nadie abandone su puesto de trabajo. Si todos hicieran eso, el mundo se paralizaría y diariamente habría miles de millones de gandules en sus casas aquejados del síndrome del ofendidito, pero lo que realmente ofende es que Leo, encima, tenga el descaro de afirmar que adora su trabajo y a sus estudiantes, cuando se ha permitido el lujo de abandonarlos con total ligereza. No creo que se engañe ni a sí mismo y lo único que hace es quedar como un irresponsable y un inmaduro con un egocentrismo infantil. ¿Cómo? ¿Que me criticáis? ¿Que no os parezco superguay? Pues me enfado, lloro, pataleo y me quedo en casa, y luego hago un vídeo para que veáis lo que sufro.

     Proclama que le gusta ser profe, pero a mí me parece que la condición de profesor no es solo cosa de gusto, sino, muy por encima de eso, de ejercer como tal, y Leo, con su conducta, ha dejado claro que está muy muy verde. Un profesor tiene que ser referente de conocimiento, y él solo lo ha sido de egocentrismo y de sectarismo fundmentalista en su sacrosanta condición de "género"; un profesor no da la espantada por una estupidez, sino que cumple con las responsabilidades que le vinculan a sus alumnos, la primera de las cuales es asistir a dar sus clases; un profesor tiene que ser modelo de autodominio y control de las situaciones, ¿y qué ejemplo está dando Leo en este terreno con sus numeritos histéricos? El más deplorable posible, y todo, escudándose en el victimismo de la inexistente discriminación que sufre el colectivo al que se ha apuntado, victimismo que alimentan unas leyes que no solo desmienten que existan tales discriminaciones, sino que son una prueba efectiva de que los transexuales son hoy un colectivo privilegiado en España, ya que esas normas aberrantes los sobreprotegen, les favorecen con injustificadas discriminaciones positivas y hasta cometen el grave pecado de abrirles la puerta a ejercer el proselitismo en la escuela (2). Tendrá que entrarles en la cabeza a los transexuales que criticarles, no aplaudirles, no estar de acuerdo con ellos o rechazar sus excesos no es transfobia (ese martillo de herejes con que pretenden fulminar a todo aquel que no se doblegue ante sus ínfulas), sino ejercer el derecho a pensar y actuar como a cada cual le parece.

    Pero menos mal que todo el mundo no es igual.Quiero darle las gracias especialmente a mi alumna Ari y a su madre Amaya, porque siempre han estado ahí para tenderme una mano. Me consta que en los grupos de whatsapp y en otros espacios hay familias que nos critican y hacen de menos nuestra labor; Amaya no solo ha dado la cara por mí, sino que piensa que es una suerte que demos clase en ese colegio y eso me da mucha fuerza "pa" seguir adelante.

    Por mucho agradecimiento que Leo sienta hacia Ari, es una tremenda falta contra la deontología profesional el mencionar a una alumna en un vídeo abierto a todo el mundo como persona aliada con él en sus particulares guerras de patio de vecindad. Incluso aunque tuviera su permiso y el de sus padres, Leo debería haber tenido la suficiente responsabilidad como para omitir su mención, pues la está señalando públicamente (deberíamos tener cuidado con el manejo de las redes, sorprende que Leo haya menospreciado este principio, con el que los docentes están muy sensibilizados), cosa que es muy grave y quizás podría atraer sobre ella indeseables consecuencias. Pero ya sabemos que Leo no es un modelo de responsabilidad. Tampoco creo que sea cosa de buenos profesores el andar pendiente de los chafardeos por whatsapp, dedicarse a subir vídeos a las redes como un quinceañero ni, menos aún, el apelar al apoyo de alumnas y madres, pues el profesor debe ser modelo de firmeza y resolución: ¿qué confianza podrán depositar los alumnos en un maestro que tiene que recurrir a las niñas y las mamás para reforzarse? ¿Qué modelo de autoestima y autonomía transmitirá?

    Y, por cierto, cuando dice "nos critican", "nuestra labor", "demos clase", ¿a quiénes hace referencia esa primera persona plural? ¿A todos los profesores o solo a los que se dedican a las guerritas del elle y el tranquile? Da toda la impresión de que es a los segundos, que todo el mundo sabe que no están aportando grandes progresos ni mejoras a la escuela, porque no traen nada de conocimiento, pero sí demasiado conflicto y logomaquias absurdas.

    Necesitamos más familias como la de Ari y Amaya para apoyarnos frente a los que hacen mucho ruido. Si quieres apoyar la diversidad en las aulas, entra en el enlace (3) y te contamos. Y gracias a ti también por interesarte.

    Quizás otros no le hayan dado demasiada importancia a este colofón, pero a mí me parece una intolerable y muy explícita licencia proselitista. ¿Se las tomará este señor en clase? ¿Irá al instituto a hacer estas campañitas y a recomendar sitios militantes como Hortensia? De ser así, sería merecedor de una sanción. Ya solo la discutible clasificación de las personas que se expone en la página es un pronunciamiento sectario -y que afecta a algo tan delicado como la identidad sexual- que está por completo fuera de lugar en lo que la escuela debe ofrecer a sus alumnos, más aún cuando está concebida como una denuncia de las supuestas persecuciones con que el mundo conspira contra los transexuales y un llamamiento a tomar partido en favor de tan martirizado colectivo. Esto, insisto, tiene un nombre: proselitismo. Lo que dice Leo en el vídeo rechina, pero en clase sería adoctrinamiento, un exceso inadmisible, tal vez debería indagar si no estarán por ahí los motivos de que haya alumnos y padres que le rechacen. ¿No será él quien hace mucho ruido, un ruido estridente?

    Insistiré por enésima vez en una cosa: por mucho que el activismo LGTBIQ+ se frote las manos porque unas leyes aberrantes les han abierto de par en par las puertas de los centros para que ellos, bajo el pretexto de estar perseguidos, marginados y silenciados (cosa que es mentira), hagan proselitismo y presenten sus ofertas y sus gangas, en la naturaleza de la escuela lo que rige es la transmisión de conocimiento, no las monsergas sobre el género, el cisgénero, los binarios y los ternarios, ni menos aún el adoctrinamiento sobre opciones sexuales. Por fantásticas que les parezcan a los cruzados de la causa que entran a los centros a evangelizar, a los paniaguados mil y a las ministras en permanente estado de alteración, todas esas abominaciones del elle, le niñe, le profesore, el ser gestante, el heteropatriarcado y le monitore pedorre, son GILIPOLLECES, así que serán siempre legión los padres -y los alumnos- que, como creen en la escuela, no estarán dispuestos a que se convierta en un antro al que se va a hacer el gilipollas. Lo comunico para que entiendan que toda esa escoria estará siempre destinada al rechazo, y sus valedores, al fracaso, a no ser que se pongan tan intensitos que se ganen también el rechazo que generan sus mercancías. Por mucho que se monten en el BOE, será papel mojado: nunca conquistarán la escuela.

1.- Aquí os lo dejo: Leo nos cuenta sus penas.

2.- Véanse a tal efecto los fundamentos, los contenidos y los objetivos de la LOMLOE y la ley trans en su totalidad. En lo referido al derecho de conquista que les concede en el ámbito escolar, las cosas quedan muy claras en la sección quinta.

3.- Se refiere al que aparece sobreimpreso en la pantalla, que lleva a un sitio llamado Proyecto Hortensia.