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martes, 20 de septiembre de 2022

La guerra de las lenguas y el motín de los dialectos

     En el año 1989, pasamos las vacaciones en Galicia y recuerdo una anécdota muy significativa. Una tarde, hablando con un amigo que pertenecía a uno de esos cuerpos nacionales que garantizan una legalidad sólida y que por eso los separatistas se los quieren cargar, me dijo que estaba haciendo un curso de gallego, lengua que ni necesitaba para su trabajo ni valoraba tanto como para meterse en profundizaciones, aunque la había hablado toda la vida. ¿Por qué lo hacía entonces? Porque ya por aquellos años se empezaba a ver, incluso en esa Galicia donde creíamos que el indepedentismo no era un peligro, que los peajes identitarios había que tomárselos muy muy en serio. 

    Ni por asomo sospechábamos la verdadera magnitud de la amenaza: si en aquella época nos hubiera dado por pronosticar trayectorias, nadie habría pintado un futuro que se aproximase lo más mínimo al penoso y desalentador presente que vivimos hoy; nadie se habría creído que en España llegaría un momento en que hubiera millones de niños y adolescentes a los que se les impidiera escolarizarse en español, y no porque desconociéramos las abyecciones de las que eran capaces los nacionalistas, sino porque creíamos vivir en un país con leyes que jamás permitirían una cosa así: ¿no habíamos alcanzado en 1978 una democracia que había abierto la puerta a los derechos de todos y al respeto a todas las lenguas de España? ¿No habíamos creado un sistema en el que el gallego, el vasco y el catalán tenían garantizado pleno reconocimiento cultural y político, en convivencia con el español, en las regiones donde se hablaban?  ¿Cómo íbamos a sospechar que aquellos que tanto graznaban por la persecución y arrinconamiento que sus lenguas habían sufrido durante el franquismo iban a hacer con el español cosas iguales que las que aseguraban haber padecido, o incluso peores? Si hasta eso, aun habiéndose quitado ya la careta Jordi Pujol y otros de su calaña, era difícil de creer, lo que ya resultaba inconcebible, repito, era que tal cosa la fueran a permitir las leyes. 

    Pero nos equivocamos: en la España del siglo XXI, hemos llegado a la aberración kafkiana, a la demencial incongruencia, al despótico atropello de que a millones de personas se les impida estudiar en la lengua oficial del país, el español. Esto se debe a dos causas: que ciertos gobernantes regionales han retorcido hasta la infamia las potestades que les concede el Estado autonómico y que los gobernantes nacionales se lo han permitido con una pasividad que los hace cómplices del crimen, porque nadie en su sano juicio puede dudar de que esto es un crimen, así que espero que algún día sus autores lo paguen.   

    La situación es sencillamente esta: en España vivimos hoy una guerra de lenguas cuyo objetivo es borrar el español de extensas regiones del país. Actuando de facto como déspotas de las regiones en que solo son administradores, ciertos gobernantes están incumpliendo las leyes, aplicando normas para las que no tienen potestad y pisotenado los derechos de millones de ciudadanos. Esto es gravísimo, una quiebra sistemática y ya muy prolongada del Estado de derecho que, al no ser atajada por quienes debieran hacerlo y no lo hacen, nos convierte en un Estado fallido en el que los ciudadanos carecen de amparo legal. No es ninguna exageración decir que, si esta deriva no se frena y se desmonta, vamos de cabeza al despedazamiento del país, lo cual, a la postre, es el objetivo de quienes han declarado esta guerra, entre los que no están solo los furibundos separatistas de toda la vida (1), sino que se encuentran también extraños compañeros de viaje, como el pepero Alberto Núñez Feijoo, quien, a la chita callando, ha impuesto en Galicia una inmersión lingüística radical (2). Teniendo en cuenta que este señor aparece como el más que probable próximo presidente del gobierno y que asegura que acabará con el problema de las lenguas con una filfa que él llama "bilingüismo cordial", la lectura del artículo de la nota 2 produce algo más que inquietud; a mí personalmente me hace pensar que Núñez Feijoo pretende engañarnos, y sería catastrófico para España que a un mentiroso enfermizo como Pedro Sánchez le sucediera otro aficionado a mentir. Por lo demás, la guerra de lenguas en que estamos metidos es un asunto gravísimo (mirad cómo llaman los nacionalistas a sus adversarios en ella: ñordos) que ya no admite bromas ni enjuagues. 

    Pero, si os molestáis en ver el vídeo de la nota 1, que muy acertadamente se titula Operación Babel, encontraréis entre la abundante información que facilita mucha relativa a los intentos de elevar al rango de cooficiales en diversas zonas de España a una abundante serie de hablas (presentando algunas con pretensiones de lenguas) que hace muy lícito pensar que, además de una guerra de lenguas, España está padeciendo un motín de dialectos. A mi modo de ver, detrás de todo esto hay sobre todo dos propósitos: primero, aumentar el número de rivales de esa sólida lengua común y única oficial en todo el país, el español, para debilitarla y crear así una mayor división no solo lingüística, sino también política, porque no podemos perder de vista que el objetivo último que persiguen los principales promotores de este plan -los que quieren independizarse, como los separatistas vascos o catalanes; los que hablan de ocho naciones, como Iceta; los que creen que España es una nación de naciones, como Pedro Sánchez...- es la destrucción política de España tal y como hoy la conocemos. Segundo, la pesca en el río revuelto de la diversidad: la creación de chiringuitos lingüísticos o culturales y la exhibición de identidades nacionales ha demostrado ser un excelente negocio económico y político, así que ¿por qué iban solo a disfrutarlo los catalanes, los vascos o los gallegos? En todo caso, esto nos abocaría a un sindiós de lenguas oficiales, porque, al elevar los dialectos al rango de lenguas, nos podrían salir decenas y, de hecho, suenan por ahí un buen puñado de cooficializables: el aragonés, el bable, el extremeño, el murciano, el leonés... ¿Dónde iríamos con tanta "lengua" cooficial? Esto sería una locura, detrás de la cual están el nacionalismo y la izquierda, que parecen empeñados en llevarnos a la ruina, como intentaré demostrar con algunas consideraciones. 

    Una de las "lenguas" que se pretende cooficializar es el dariya, por su presencia en Ceuta. Pero ¿qué es el dariya? Pues ni más ni menos que el árabe dialectal marroquí (no voy a aburriros explicando las relaciones entre el árabe culto y sus numerosísimas variantes dialectales), con lo que sería realmente chusco que le diéramos aquí el rango de oficialidad que seguro que no tiene en su país, parece que hemos perdido el sentido de lo que nos conviene y hasta del ridículo. Otra "lengua" que anda en esta feria es el aranés, pero esta reliquia posee ya el rango de cooficial, concedido por la Generalidad catalana, ¿por qué? Muy sencillo, porque los catalanistas, que están acosando al español y a sus hablantes en Cataluña, Valencia y Baleares, le conceden mayor rango a esta "lengua" de ¡2.785 hablantes! por dos razones: humillar al español y presentarse como una gente abierta a la convivencia con otras lenguas, ambas, como se ve, a la altura de la indecencia del separatismo. ¿Qué decir del bable, el aragonés, el leonés, el andaluz, el extremeño, etc.? Sin entrar en el prolijo asunto de diferenciar entre lengua y dialecto, señalaré que ninguna merece el rango de la cooficilidad, por el simple hecho de que son dialectos, es decir, sistemas (o, más bien, subsistemas) sin los rasgos y la entidad que poseen las lenguas, y no lo digo yo, sino autoridades indiscutibles de la dialectología hispana, tales como Alonso Zamora Vicente o Manuel Alvar, quienes en sus obras las clasifican y las estudian a todas como dialectos, y mucho me temo que estos lingüistas saben de estas cosas más que Adrián Barbón. Ya que cito a este señor, empezaré con el bable, que es ni más ni menos que un dialecto de una lengua en retroceso (y, por tanto, dialecto a su vez), el leonés, y que además, incluso en su limitadísimo alcance, resulta que tiene tres variantes: ¿cuál de ellas piensa colarnos el señor Barbón como una "lengua" cooficial? En cuanto al leonés, el aragonés, el murciano o el extremeño, además de compartir con el bable ese rasgo tan dialectal de la atomización, le acompañan en otros, muy señaladamente, la fijación en ámbitos dispersos y poco poblados y el no acreditar una producción cultural y literaria de la menor entidad. 

    El separatismo y cierta izquierda disolvente quieren sembrar confusión, dispersión y retroceso por procedimientos espurios, como la guerra de las lenguas y el artificioso motín de los dialectos, y, de paso, beneficiar sus intereses más prosaicos. No tienen el menor miramiento en hacerlo aun en perjuicio de la unidad, la convivencia y la prosperidad de la nación, porque para ellos lo primero es su medro, así que sería muy conveniente que empezásemos cuanto antes a poner freno a esta ofensiva inicua.


1.- En este vídeo de la organización Hablamos Español, se da un repaso general a lo que se está haciendo en materia de lenguas en las distintas comunidades autónomas y de los planes que tienen algunas en materia de oficialización de lenguas y dialectos:

Operación Babel. Lo que no te contaron. #HablamosEspañol - YouTube

    Aunque aparecen algunas informaciones que son un tanto inexactas, en general aporta datos creíbles, importantes y muy inquietantes.

2.- En esta noticia se retrata con abundancia de datos el cordial trato que en la Galicia presidida por Núñez Feijoo se le está dando al español:

Feijóo impuso el gallego en Galicia con medidas a las que nunca se atrevió Cataluña (Castilla-La Mancha, Atrapados en la Red) (dclm.es)  

15 comentarios:

  1. Lamentablemente tengo que suscribir de punta a cabo esta entrada ys
    aún se queda corto. En otro momento habría que empezar a plantear a qué países extranjeros beneficia ésto y si su acción colegiada, desde el momento mismo de la redacción constituyente, si no antes, influye en ello... Dejémonos de ingenuidades y recordemos esperando que se vayan al infierno, a Giscard y Mitterrand, a todos los premier británicos, al SPD y sus convolutos, a Olof Palme y en especial a Vernon Walters y el inefable Kissinger.

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  2. Ciertamente, si echamos un vistazo a lo que desde el exterior se nos ha ayudado con los graves problemas que han amenazado a nuestra continuidad como país y a nuestra democracia, hay que reconocer que, con demasiada frecuencia, la mano nos la han echado al cuello. Aún están calentitos o vivitos los apoyos de Alemania o Bélgica a ese contumaz conspirador contra la nación española llamado Carlos Puigdemont. Esto sorprende, la verdad, porque revela una enorme ceguera, pues -al menos yo lo veo así-, si los separatistas consiguieran independizarse y cargarse España más de lo que ya se la están cargando, eso representaría un hachazo mortal a la UE, y tal vez esta sería la menos dramática de las posibles consecuencias. De todos modos, justo es decir que a nosotros también nos tocaría espabilar, porque yo no alcanzo a comprender que no hayamos tenido una reacción inmediata y contundente a los desafueros de los nacionalistas. Negar el derecho a la enseñanza en la lengua oficial del país es un abuso tan brutal que debería haber representado la destitución inmediata de quien lo impuso y la intervención gubernamental para garantizar el cumplimiento de un derecho tan primordial.

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  3. El nacionalismo ha ido aplicando el gradualismo maquiavélico en sus políticas lingüísticas desde los inicios de la transición. Empezaron con la cooficialidad y el bilingüismo, pasaron más tarde a la diglosia considerando la lengua regional (así las llamaba la Constitución de la República a las otras lenguas de España) como la más importante y el español como secundaria. El paso siguiente, producido por la eclosión de pancatalanismos en Valencia y Baleares y apoyado por el gobierno sanchipodemita dentro del cual está el siniestro PSC, es, directamente, marginar y arrumbar el español y machacar los derechos de los castellanohablantes. La introducción de un pseudoconcepto como el de lengua propia no es inocente al respecto. Monolingüismo a la vista. En relación con los dialectos y hablas, no es un fenómeno nuevo. Ya Alonso Zamora Vicente escribió en los 80 un artículo sobre “la reivindicación del dialecto” en un número monográfico de la Revista de Occidente sobre el bilingüismo. Por supuesto, que más allá del fanatismo extremo del programa máximo de partidos nacionalistas exacerbados y radicalizados está la decisión política de crear un nuevo régimen que quiebre la unidad de España que impida de facto una posible alternancia en el gobierno decidida por los electores. Es la reedición maximizada de los pactos del Tinell y el “Estatut” del “tripartit” del septenio necio (2004-2011), el dirigido por ese siniestro remedo de Mr. Bean. Aunque se cambiara la mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados, ¿quién sería el guapo que revirtiera la situación del español en las comunidades que lo han marginado? Sin considerar por el momento la credibilidad o las dudas que pueda suscitar el presidente in péctore Núñez Feijóo tenemos el hecho de que un futuro gobierno, aun con voluntad política, tendrá que afrontar una dura batalla para restablecer los derechos de los castellanohablantes, increíblemente conculcados. En un contexto además de gran inestabilidad y precariedad económica y previsible conflictividad social, ya que las fuerzas movilizadoras o están en el pesebre o te montan un pollo. Se necesitará mucho valor y mucha determinación. El fascismo lingüístico, instrumento y herramienta para la demolición de la nación española y la perpetuación de una alianza Frankenstein no se borrará del mapa sin un arduo camino de sangre, sudor y lágrimas. Mientras tanto, un derecho tan elemental como el de escolarizar a los hijos en español tendrá que esperar tiempos mejores. Si es que llegan. Es difícil imaginar una traición mayor al espíritu constitucional de pluralismo, concordia, convivencia civilizada de lenguas en una nación plurilingüe en la que el cemento es la lengua común y las leyes iban a buscar la satisfacción de los derechos de todos los españoles.

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  4. Impecable, Mariano. Quiero añadir una cosa: que prohibir la escolarización en español en la mismísima España es ya una cuestión que va más allá de la vulneración de los principios legales y atenta contra algo previo a la política o al derecho y por encima de ello, a cosas como la inteligencia, la racionalidad, la lógica o el sentido común. Hay algo que parece que no han entendido nuestros políticos y nuestros gobernantes actuales: que buena parte de los objetivos y (des)propósitos del nacionalismo o la izquierda woke (cosas como que no se hable español en España -que es el objetivo real de los separatistas en sus correspondientes taifas-, que puedas pasar de hombre a mujer con solo decirlo o que pasemos de comer cerdo a comer cucaracha) son atentatorias contra la racionalidad, que es tanto como decir contra la condición humana, de donde se detrae que, si las aceptásemos, laa convivencia en una sociedad civilizada y no en una manada de micos sería inviable. Así pues, la suya es una batalla perdida o que tendrán que ganar a garrotazos, pues, mientras existamos personas razonables e inmunes a sus manipulaciones aberrantes, la resistencia a sus disparates será o firme o feroz (cada vez vamos más camino de lo segundo). El daño que se ha hecho ya es, en efecto, monstruoso, porque se les ha dejado llegar demasiado lejos en el despropósito de prohibir lo improhibible, con lo que, como tú dices, allanar la montaña que han elevado va a ser muy costoso, pero nos va mucho en ello y somos muchos los que lo entendemos así y no estamos dispuestos a que destruyan España tan ricamente, con lo que la ilusión de la chusma separatista (con la decepcionante complicidad de la izquierda) de que lo hecho ya no hay quien lo deshaga es vana. En efecto, hará falta mucho valor y mucha determinación y, como del otro lado hay mucho fanatismo y mucha obstinación, la guerra está garantizada, solo Dios sabe hasta qué punto. Al final, los separatistas, en sus inmensas estupidez, ambición e iniquidad, van a ser como el infeliz aquel de la fábula de la gallina de los huevos de oro, porque, pretendiendo más de lo razonable, van a acabar perdiendo lo mucho que, con una excesiva generosidad, la Constitución del 78 les había dado. Yo me temo que hemos entrado ya en el desmontaje de ese marco político, ya veremos cómo y cuándo se materializa y en qué desembocamos. Los mayores damnificados serán los vascos y los navarros, que han alcanzado un estado ideal: vivir como si fueran independientes y chupar como si fueran regiones subdesarrolladas, cuando son las más ricas y favorecidas. Se lo tendrán muy bien ganado.

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  5. Desde luego, lo que más destaca del desafuero en que vivimos es la anomalía irracional en que nos movemos. Aparte de las pulsiones totalitarias y destructivas de la izquierda reaccionaria y la patulea separatista.

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  6. Muchas veces he pensado que quienes no sean españoles y conozcan lo que pasa en España deben de pensar que somos un país de amorales y/o subnormales.

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    1. Muchos franceses, desde su jacobinismo y su ancestral complejo de inferioridad, ven esa tendencia autodestructiva de España como una muestra de su carácter salvaje e irracional. No pueden decir lo mismo de las memeces posmodernas y wokes, porque esa estupidez ya es una mamarrachada sin fronteras, que ha contagiado a todo el mundo occidental.

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    2. Quería decir "complejo de superioridad". Lapsus. Si no, el texto es más incoherente que una charla de Marisú Montero.

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    3. Nuestra tendencia autodestructiva actual, más que al ancestral carácter salvaje y belicoso que tanto gusta a franchutes, inglutes, alemanutes y demás anclados en un pasado muy pasado, se debe a fábulas más actuales y ligadas al imaginario "progre": lo woke, el independentismo, la pervivencia del franquismo..., pero esto los extranjeros que no nos conozcan bien lo ignoran y me figuro que fuera estarán más extendidos (¡en el siglo XXI!) los tópicos del torero y el bandolero. Si te fijas, que aún haya quienes se movilicen cuando se agita la momia de Franco o creyéndose las trolas separatistas (que vienen de gente tan actual como Arana o Verdaguer) representa que seguimos muy lastrados por el pasado, particularmente, la izquierda. Tú y yo fuimos testigos de aquella especie de resurrección del colorido de la España republicana que se produjo durante la Transición y la verdad es que resulta un poco penoso que algunos aún sigan explotando ese espejismo.

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    4. No solo es penoso que sigan explotando ese espejismo. Es que perseveran en considerar que esos mundos imaginarios son reales y que todos esos referentes míticos y delirantes, que además son muy nocivos, son lo esencial. Así eclipsan la cruda realidad, que queda en un segundo plano.

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    5. En efecto, porque laresurrección que se hizo de la República en aquella época fue mítica, en el sentido de que se creó una imagen legendaria de aquel periodo que tomaba solo lo que les parecía bueno a los recreadores y luego se idealizó. Tal vez si la recuperación histórica de la República que se hizo en los 70 hubiese sido más realista, no habríamos caído en errores en que caímos y habríamos escapado de algún mal. Por ejemplo: si de la imagen del PNV y de ERC no se hubiese contado solo el aspecto victimista y se hubiesen enfatizado más sus traiciones a la República y su particularismo, quizás no nos habrían colado goles que luego nos colaron.

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  7. Esta guerra de lenguas (y motín de dialectos) es una variante identitaria de la fragmentación hispánica ya vivida en 1873 con el cantonalismo. No aprendemos y la historia se repite.

    Y no olvidemos que las potestades autonómicas las han concedido los gobiernos centrales para asegurarse el poder. Porque se ha aceptado que los partidos nacionalistas participen en las elecciones generales, estatales, y puedan decidir el futuro del Estado, el futuro de todos. ¡Esperpéntico!

    ¡Ay!, la memoria histórica...
    https://www.elespanol.com/cultura/historia/20191114/espana-cantones-republica-regionalismo-nace/444206637_0.html

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    1. Por cierto, algunos políticos siguen confundiendo el saludable sentimiento histórico-cultural que supone la 'identidad nacional' con aquel otro deplorable del 'espíritu nacional'. Fruto quizá de una mezcla de ignorancia y resentimiento.

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    2. Interesante artículo, Pepe, y tienes toda la razón al relacionar lo de hoy con el cantonalismo y sus funestas consecuencias, así que esperemos no acabar como ellos. Es notorio el hecho de que las dos repúblicas que hemos tenido en España empezaron a morir en gran parte por las exigencias separatistas, y este actual periodo democrático también tiene a ese monstruo como gran enemigo. En su empeño en cargarse España, lo primero que se llevan estos por delante es la democracia.

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