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sábado, 29 de febrero de 2020

El ministro escucha

    Si no fuera por el fondo (y la forma) de indignidad que la ha marcado, la ocurrencia esa del ministro de Universidades de montarse una ronda de consultas y ponerle el nombre de El ministro escucha se quedaría en un simple esperpento risible ya desde el nombre, una más de las iniciativas hueras y propagandísticas del pedrismo. El señor Castells va y pone en marcha una pomposa campaña de imagen consistente en una megalómana ronda de contactos con universidades de toda España (él prefiere decir de todas las comunidades) para escuchar (¡qué democrático!) de cara a la nueva ley de universidades que proyecta: ¿habrá engañado a alguien? ¿Habrá una sola persona que ignore que este tipo de maniobras están destinadas únicamente a crear una apariencia de que el político que las promueve es dialogante y tal?
      Este escepticismo mío se ha encargado de confirmarlo el propio Manuel Castells -un separatista militante de la órbita de Ada Colau- con su primera medida: empezar su gira por las universidades de la comunidad vasca y de Cataluña, pero la segunda que ha tomado ha supuesto no solo una confirmación de que todo era una farsa, sino también una muestra de sectarismo que lo desacredita para el cargo de ministro, aunque le haya tocado en la rifa del reparto de cuotas que es el Gobierno de Sánchez: reunirse en Barcelona con un grupo de representantes universitarios entre los que no había ninguno de S'ha Acabat ni de Universitarios por la Convivencia, las dos organizaciones de estudiantes catalanes que no comulgan con el independentismo y que por ello están siendo víctimas de violencia, acoso y marginaciones como la presente. Y no sirve el pretexto de que la selección de asistentes no la hacía él, porque, aunque sea así, está fuera de toda duda que tenía que conocerla, como tenía que conocer la existencia de esas organizaciones, su importancia y el lamentable clima de persecución que se vive hoy en las universidades catalanas. Resulta patético que desde algunos sectores favorables al independentismo se haya querido justificar la ausencia de esas organizaciones en la ronda por el hecho de que apenas tengan representatividad, cuando su importancia de donde les viene no es de eso, sino de ser los que se han atrevido a hacer frente al sometimiento totalitario, cuyos causantes se lo están haciendo pagar a base de exclusión y violencia.
     Por fuerza tenía que saber Castells a quién se estaba marginando. Si fuera posible presuponer en él la buena intención, podría decirse que hubiera sido mucho peor que no lo supiera, pero a él no se le puede presuponer ni esa buena intención ni el desconocimiento de quiénes son los actores que participan en la pugna que hoy se está llevando a cabo en Cataluña entre los que quieren cargarse la democracia y los que les hacen frente, así que hay que decir que lo peor es que además el ministro de Universidades sabía a quién no iba a escuchar y le parecía estupendo.
     Manuel Castells es un señor de Albacete que ejerce de separatista catalán furibundo. Podría extrañar esta disparatada mezcla, pero sucede que el actual ministro de Universidades, además de eso y de un prestigioso sociólogo, es un señor muy izquierdista muy izquierdista, y cada vez voy teniendo más claro que, cuando uno es muy izquierdista muy izquierdista, puede acabar siendo cualquier cosa, desde ultracatanalista albaceteño hasta obispo pastafari. De tan marxista como es, acabó próximo a Unidas Podemos y, claro, si eso te pilla en Cataluña, acabas cayendo en el círculo de Ada Colau. La carambola parece de chiste, pero ha terminado haciéndole ministro, cosas de la política española de hoy. Cuando se dictó la sentencia del prusés, se descolgó justificando la inmediata ola de violencia que desató el separatismo como protesta.
       En definitiva, Manuel Castells, reconocido intelectual, está a favor de la independencia de Cataluña, es próximo a la inquietante Ada Colau, ha justificado los actos violentos contra la sentencia que el Tribunal Supremo dictó condenando a los golpistas del 1-O y no ha movido un dedo cuando se ha excluido de una de sus sesiones de "escucha" a dos organizaciones de estudiantes maltratadas por el totalitarismo independentista que está ejerciendo la violencia en los campus de Cataluña. Este señor es el ministro de Universidades en el Gobierno de España.
       No os extrañaréis si os digo que no espero grandes cosas de este Gobierno. Mejor dicho, no espero cosas buenas, porque grandes lo mismo termina haciendo alguna. 

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