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viernes, 17 de mayo de 2019

Martinet de Ripollet: el "cole" que les birló la pelota a los niños

   El pasado 12 de mayo, publicaba "El País" un artículo de Ana Torres Menárguez con este titular: El colegio público que ha desterrado la pelota. Donde el guachimán habla  de birlar, ella habla de desterrar, pero en el inmediato subtitular despeja todas las dudas sobre su aprobación de ese destierro:
   El Martinet, un centro público de Ripollet, tiene un proyecto pedagógico innovador sin asignaturas ni balones y lucha contra la Administración para eliminar la cancha de su patio.
   Nos hallamos sin duda ante un episodio más de ese curioso Juego de tarimas que la señora Menárguez y "El País" tienen montado, en el que se relata la épica lucha de la luminosidad de la innovación educativa contra las tinieblas pavorosas de la carcundia escolar, que es lo que ellos consideran que es la labor eficaz, sensata, constante, con sólidos fundamentos y cero aspavientos que lleva a cabo la escuela de toda la vida. Desmenucemos la semántica velada del subtitular del artículo:
Términos positivos, chachiguay y de salerosa pedagogía innovadora:
Proyecto: todo proyecto es bueno per se, sobre todo en la educación actual, donde son el moderno, dinámico y divertido invento que se va a cargar a las apolilladas asignaturas. ¡Hay que trabajar por proyectos! ¿Para enseñar qué? ¡Hombre!, si nos ponemos pijoteros...
Pedagógico: de pedagogía, ya se sabe, el arte de convertir a los niños en lumbreras jugando. 
Innovador: hay que pasarse la vida siendo innovador y novedoso; si no es nuevo, no vale, es facha y huele a lista de los reyes godos.
Lucha: heroico empeño de los innovadores contra las conspiraciones del mundo conjurado contra ellos.
Términos negativos, casposos y de odiosa instrucción facha y anticuada: 
Asignaturas: eso tan aburrido y antiguo con que se tortura a los niños a base de lecciones magistrales.
Balones: torpedos de forma esférica que los nazis dejaron sin usar y que el fascismo ha sembrado en los patios de las escuelas para esclavizar y embrutecer a los alumnos y las alumnas con juegos violentos, machistas y que monopolizan los espacios.
Administración: ¡ese monstruo burocrático que persigue a los heroicos innovadores y no les deja sembrar su salvífico evangelio! Uno de sus mayores vicios es el de crear normas y pretender que se cumplan.
Cancha: territorio donde predominan la violencia y el machismo y se realizan prácticas aberrantes como el fútbol, el balonmano, el balonvolea o el baloncesto, todas las cuales, como se ve, utilizan el balón como arma de destrucción masiva.
   Será difícil encontrar un maniqueísmo más barato y pueril, pero todos sabéis que este lenguaje simplón es uno de los instrumentos más eficaces de que se sirve la innovación educativa para sembrar sus embustes. Y quiero señalar que, en este caso, en lo referido a la Administración, se está usando con un hipócrita cinismo, ya que la realidad es que está invadida y controlada por partidarios de las disparatadas propuestas a que la autora del artículo acostumbra a dar cobertura. Uno de los peligros que amenazan a la escuela actual es la multitud de disparates innovadores que pretenden tomarla al asalto, pero lo hacen bajo el paraguas de las actuales líneas de la Administración educativa: es un alarde de cinismo presentarlos como perseguidos, más aún, cuando son mimados no solo por la Administración, sino por los medios, como demuestra el artículo de la señora Menárguez.
   No voy a poder rebatirlo punto por punto, porque es muy largo y está plagado de aberraciones, así que me limitaré a una valoración general. El proyecto del colegio "Martinet" es un caos donde se han suprimido cosas tan esenciales en la enseñanza como el orden, la organización y la posibilidad de verificar no ya lo que los alumnos aprenden, sino tan siquiera que aprendan algo: no hay asignaturas, no hay clases, no hay exámenes: no hay nada. Que no haya canchas ni balones es lo de menos, es tan solo un síntoma de que cierto fanatismo pedagógico actual no tiene el menor empacho en llevarse por delante hasta el pavimento cuando se trata de poner en marcha sus delirantes utopías. Síntoma muy preocupante, ni que decir tiene, porque es el síntoma del radicalismo de quienes se creen en posesión de la verdad. La retórica en que se sustenta la eliminación de canchas y balones está plagada de mentiras, porque no es cierto que las pelotas monopolicen los patios de los colegios ni que el fútbol sea machista ni agresivo, lo señalé ya cuando analicé la propuesta de las señoras Moreno y Penna, aquella propuesta respaldada por CCOO y que transpiraba un feminismo enfermizamente dogmático y un encarnizado odio a la heterosexualidad. Esa propuesta asustaba, como asusta ver un centro donde parece que se ha implantado algo parecido. 
    Por nada del mundo llevaría a mis hijos al colegio "Martinet", no solo por su fuerte sesgo ideológico, sino porque leo el artículo y acabo preguntándome: y los alumnos de este centro ¿qué hacen? Da la impresión de que nada concreto: pasear por el campo, mirar, esperar a que abran el comedor, jugar con juegos de construcciones de madera... o lo que les dé la santa gana. ¿Todo el curso en ese plan? ¿De verdad que así se aprende? Mirad que lo dudo. Y esto es muy grave, porque, como ya he dicho muchas otras veces, al final el que está es siempre el mismo: el alumno, que es el que aprende o no aprende. Y, si lo que sucede es esto último, no está nada bien que sean ellos quienes paguen los platos rotos de los delirios de nadie, de los experimentos de algunos que juegan a sentirse los que un día revolucionaron el mundo porque, donde había un colegio, pusieron un salón de juegos... en el que se podía jugar a todo menos a la pelota.

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2 comentarios:

  1. Magnífico índice del disparate pedagógico publicado.

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    1. Es una guía que deberían dar a todo aquel que entra en el oficio.

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