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domingo, 26 de mayo de 2019

El hombre que mató a Liberty Valance y el 1-O

   Han producido un notable revuelo estos días unas declaraciones de Manuel Cruz, el presidente del Senado, sobre todo por una de las varias cosas irritantes que deja caer: la advertencia de que, si los procesados por el 1-O no son absueltos, "los sectores independentistas reaccionarán". El señor cruz, sibilinamente, no dice cómo, así que me voy a tomar la libertad de suponerlo yo: enfadándose mucho, diciendo que España es una dictadura, tratando todavía más de cargarse nuestro prestigio en el mundo, montando manifestaciones con tractores y todo, poniendo más lazos amarillos, asfixiando aún más a los que no piensan como ellos... El revuelo de la entrevista se ha montado especialmente por esto: ¿estaba el señor Cruz tan solo avisando de lo que iba a pasar o pretendía sugerir que mejor sería absolver a los golpistas para que no pasase? A quienes han creído esto último, no les ha hecho gracia que el presidente del Senado se permita tales sugerencias.
   No más afortunada ha estado Marichel Batet, presidenta del Congreso, con su renuencia a cumplir su obligación de suspender automáticamente como diputados a los cuatro presos independentistas una vez estos habían prometido sus cargos, con fórmulas esperpénticas y de dudosa validez, por cierto.  Ha forzado una absurda confusión entre la ciudadanía y un lamentable choque entre el Tribunal Supremo y las Cortes, todo para llevar al exceso el respeto de los derechos de unos personajes que han pisoteado los de mucha gente y las leyes de su país.
   No pasemos por alto que Unidas Podemos se ha opuesto rotundamente a la suspensión, incluso en la mesa del Congreso, donde votó en contra. Sus representantes en ese órgano, Gloria Elizo y Gerardo Pisarello, no podían ignorar que, de haber hecho todos los miembros lo que ellos, probablemente la mesa habría incurrido en prevaricación, con lo que podemos sacar conclusiones acerca del respeto por la ley de estos dos representantes del pueblo.
    Y es que parece ser que, para el podemismo, los derechos de los independentistas, libres o presos, son de una calidad especial, como muy bien se demuestra en el artículo titulado El peligro se llama Manuel Marchena, que hace nada publicó Carlos Elordi en eldiario.es. Entre las muchas insensateces que ahí se acumulan, se halla esta hipótesis del autor: según él, el presidente del tribunal que juzga a los conjurados está predispuesto a condenarlos con dureza, lo cual para Elordi sería malísimo, porque cerraría la puerta a una negociación del Gobierno con los elementos más moderados del separatismo. Es decir, que este periodista y el órgano de Podemos para el que trabaja aún predica la vieja fórmula de la cesión ante los nacionalistas para apaciguarlos, fórmula apolillada y desastrosa que no ha tenido más resultado que este: hacerlos cada vez más fuertes y chulescos a ellos y más excesivas a sus pretensiones. 
   Cruz, Batet, Pisarello, Elizo, Elordi, el PSOE y Podemos caen en estos episodios en la misma vileza: la de pretender que se juzgue a los presos del 1-O y al separatismo no por sus actos, sino por ser quienes son. Eso es, sencillamente, apisonar la democracia, la igualdad y la justicia: la indecencia de mirar hacia otro lado cuando los violentos o los fuertes cometen abusos. De eso sabemos mucho en España: se hizo en el País Vasco durante los años de ETA y se está haciendo ahora en Cataluña. No se puede decir que hay democracia en un país mientras se dé una situación semejante; es como en aquella famosa película de John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance: mientras en el pueblo haya un tipo que se impone con un látigo y un revólver, que destroza la redacción del periódico, que le da una paliza al periodista, o... que echa mierda en los juzgados o en la casa de sus adversarios políticos, da una paliza a los guardias por ser guardias, se adueña de la calle y la llena con sus símbolos mientras quema los de los demás, acosa a los políticos de otros partidos o pega a los que acuden a sus actos, no podremos decir que vivamos en un país civilizado. Dar un trato de privilegio a quienes han querido romper el país solo para que sus seguidores no se indignen es exactamente lo mismo que admitir que Liberty Valance tenía derecho a ir por la vida arreando zurriagazos con su látigo.    

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