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miércoles, 20 de febrero de 2013

Una anécdota, una autocrítica y una recomendación

 
I
 
   Esta tarde me ha contado mi mujer una pequeña anécdota cotidiana, uno de esos sucesos menores de los que no se reflejan en los grandes medios informativos. Aproximadamente a las 12 de la mañana, iba viajando en el metro cuando ha aparecido en su vagón una de esas personas que cuentan en voz alta una serie de razones que las obligan a pedir limosna y luego pasan recogiendo lo que la gente quiera darles. Un episodio así no tiene nada de particular aquí en Madrid; lo que a mi mujer le ha llamado la atención era la historia con que la chica se justificaba: afirmaba ser diplomada en educación y haber estado ejerciendo como profesora interina hasta que perdió el trabajo hace un par de años. El haberse quedado sin recursos y el tener dos hijas ha sido lo que finalmente la ha empujado a "pedir una ayuda", que es el eufemismo que en el español actual usamos para referirnos a la caridad.
 
 
II
 
   En Madrid no son pocos los que piden limosna, "ayuda", colaboración para unos enfermos reales o imaginarios, dinero para saciar el hambre o para un dudoso bocadillo y hasta para gasolina, y esto no es de ahora, sino de siempre. Lo que se observa desde que estamos en crisis es no solo que el número de personas que piden ha aumentado, sino que se han hecho patentes algunas que, por sus modos, su vestimenta o cualquier otro síntoma, denotan proceder de estratos socio-económicos que, en circuntancias normales, jamás se verían obligados a mendigar. Salió hace no mucho en la televisión un muy creíble pequeño empresario arruinado, y hoy ha tropezado casualmente mi mujer con esta exprofesora, que era también muy creíble.
   Sabemos todos cuáles son las causas y los muy culpables causantes de la crisis, esos mismos que ahora la están descargando despiadadamente sobre los demás para seguir gozando de sus privilegios, y sabéis que no les concedo la menor justificación, pero, aun así, voy a decir algo que probablemente os disgustará: creo que, en parte, el que esta chica esté hoy pidiendo limosna en el metro es también culpa de los profesionales de la enseñanza. ¿Por qué? Muy sencillo: en septiembre de 2011, el gobierno madrileño asestó un brutal golpe al sector, que se tradujo en miles de despidos y unos inaceptables empeoramientos en nuestras condiciones de trabajo y la organización de los centros. A una agresión de ese calibre y a unos adversarios de la monstruosa falta de escrúpulos de Esperanza Aguirre y el PP, la única manera de replicar con garantías de éxito habría sido una respuesta también contundente, que solo podía ser una: la huelga indefinida. En lugar de ello, aduciendo un melindroso temor a los descuentos, organizamos una estrategia de paros intermitentes y manifestaciones que solo podía llegar a donde llegó: al desgaste y a la derrota. He aquí el balance final de nuestra "prudente" estrategia: recortes en el sueldo, recortes en derechos, descuentos a pesar de todo por los días de huelga inútil, empeoramiento de las condiciones de trabajo, aulas más llenas, despidos en masa y... como guinda, profesores teniendo que pedir en el metro. Son las cosas que les pasan a quienes no saben defender lo suyo. Eso sí: de vez en cuando, nos ponemos la camiseta verde o hacemos un "flashmob", que molan mucho. 
 
III
 
   Y, al paso que vamos, seguirá todo el país por el mismo camino. Hora es, pues, de que tomemos muy en consideración esto que voy a recomendar: si, por las traiciones del zapaterismo, en 2011 los españoles hundimos al PSOE en la miseria política por la que ahora se arrastra, en 2015 o cuando sea, al PP tenemos que demolerlo, por la sencilla razón de que este partido que más parece una banda de esquilmadores se ha lanzado a degüello a por nosotros, se ha convertido en el peor enemigo de nuestros intereses: más de un año después de llegar al gobierno, ya no le valen excusas: sus políticas económicas, lejos de levantar la economía, la están hundiendo más y su reforma laboral, lejos de frenar el paro, lo está aumentando, y a todo ello se une una destrucción de servicios públicos, de derechos y de garantías que no deja lugar a dudas acerca de una cosa: este partido no solo se propone explotarnos, sino que se propone además esclavizarnos. Y, mientras tanto, con el más grosero de los desparpajos, sus líderes responden con desafíos o falsedades insultantes, como ese supuesto propósito de luchar contra la corrupción que pregonan, al mismo tiempo que por otro lado los vemos hundidos hasta la coronilla en asuntos como el de Bárcenas, Gürtel o Noos. Repugna ver junto a esto a Ana Mato empecinándose en no dimitir, al propio Bárcenas haciendo cortes de mangas, a Alonso, González Pons o Floriano diciendo sandez tras sandez y, ya en el paroxismo, a Arenas argumentando que aquí lo que hay es una conspiración contra su impecable partido... como en el 11-M: ¿ha perdido esta gente ya hasta el respeto a las tragedias? Es necesario que, en las próximas elecciones, hundamos al PP en el olvido, así como recuperar todo lo que nos ha ido quitando y lo que nos pueda quitar de aquí a entonces. Cuatro años más de PP gobernando en beneficio de sí mismos y de los magnates que han dictado sus políticas pueden acabar con todos pidiendo en el metro. 


4 comentarios:

  1. Y luego sale Rajoy en el Debate sobre el estado de la nación, y suelta con toda la cara que POR FIN nos está sacando de esta. Primero, no nos está sacando de nada: cuánto más les da a los especuladores más quieren y desde que ha llegado él son un pozo sin fondo. Segundo, aunque eso fuese verdad, ¿a qué precio? Con medio país sin casa, ni trabajo, la economía paralizada, las prestaciones congeladas, los sueldos hacia abajo... Si se hubiera estado quieto, mejor nos hubiera ido. Pero estaban deseando lanzarse contra las estructuras del bienestar, les ha venido muy bien lo que ellos llaman crisis (y yo estafa) para cargárselas de un golpe.

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  2. Hoy hemos visto la noticia de que el gobierno búlgaro ha dimitido por las protestas contra la subida de la luz. No sé si los políticos búlgaros serán más sensibles al rechazo popular que los españoles, cosa que sin duda será, ya que los políticos españoles deben de ser imposibles de superar en cuanto a desvergüenza y absoluto rechazo a asumir las responsabilidades más palmarias: en cualquier otro lugar del mundo, un cóctel como el Gürtel-Bárcenas habría acarreado la inmediata dimisión del gobierno y la anticipación de elecciones; en cualquier otro lugar del mundo, si Camps no hubiera dimitido, su propio partido le habría arreado una fulminante patada en el culo, y algo similar habría pasado con Ana Mato; en cualquier otro lugar del mundo, un presidente que hubiera anunciado las medidas que anunció Zapatero en mayo de 2010 habría convocado elecciones anticipadas en la misma rueda de prensa; en cualquier otro lugar del mundo, una monarquía estaría tambaleándose desde hace mucho tiempo con asuntos como el de Urdangarín; en cualquier otro lugar del mundo, habrían tirado por un barranco a Pere Navarro si hubiera tenido la demagógica osadía de ser el que pidiese a Juan Carlos la dimisión después de la grave responsabilidad que tiene el PSC en el actual lío en que estamos metidos; en cualquier otro lugar del mundo, dimitir como hizo Esperanza Aguirre imponiendo como sucesor a un político bajo sospecha como Ignacio González habría sido tomado como una provocación a la que nadie en su sano juicio se hubiera atrevido; en cualquier otro lugar del mundo, llegar al gobierno imponiendo el mismo día unos severos recortes contra la población y una amnistía fiscal habría sido una bellaquería y una provocación impensable para nadie que pretendiese merecer la responsabilidad de gobernar; en cualquier otro lugar del mundo, Carlos Fabra no solo habría sido juzgado hace mucho tiempo, sino que llevaría unos cuantos años a la sombra; en cualquier otro lugar del mundo... sería para nunca acabar. La diferencia no está en la insultante desfachatez de la clase política española, ni siquiera en la aberrante inoperancia de nuestro sistema judicial, reflejo cruel de la parodia de democracia que padecemos: la diferencia está en las penosas tragaderas de la ciudadanía española. El gobierno búlgaro no ha dimitido porque sean unos tíos muy majos, sino porque la ciudadanía le ha montado una contestación de diez días seguidos que le ha dejado muy claro que no estaban dispuestos a soportar ese abuso, mientras que aquí, a lo más que hemos llegado ha sido a esas parodias de huelgas generales que hacemos de vez en cuando, convocadas por esas caricaturas de sindicatos mayoritarios que padecemos. Nos ponemos en huelga el día X entre el 35 y el 50% de los trabjadores, nos manifestamos el día X por la tarde de 18:30 a 20:00, nos vamos luego corriendo a casita y aún llegamos a tiempo de ver el partido de liga de campeones, que empieza a las 20:45, nos vamos a dormir y, al día siguiente, ¿qué? La vida sigue igual, como en la canción de Julio Iglesias. Reconozcamos que somos bastante penosos. Perdóname tú y perdonadme todos lo que voy a decir: a base de tragar mierda sin rechistar durante años y años, nos hemos convertido nosotros también en un poquito mierdas, reconozcámoslo. ¿No será que tenemos lo que nos hemos ganado?

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  3. Poco o nada más que añadir. Un resumen de la situación actual que parece que solamente vemos algunos o que otros se empeñan en obviar e incluso defender y eso sí que me da un cierto miedo.
    Saludos

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  4. Terrible situación, en efecto, Paco. Aparte de que quienes mandan y tienen además cosas que explicar estén pasando por alto sus pecados o incluso defendiéndolos y hasta con indignación, otra cosa que asusta es la pasividad o inanidad de nuestras respuestas: si ellos no están dispuestos a pararse y nosotros no los paramos, está claro que seguirán. Un saudo.

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