Hoy viene en El País un reportaje sobre los negocios y la figura de Sheldon Adelson, el nada recomendable magnate que anda detrás de hacerse un poquito más rico creando una megalómana megaciudad del juego tal vez en España y tal vez en Madrid, según se acepten o no las capitulaciones que pretende imponer a quien acepte su proyecto. A propósito de este asunto, que viene de lejos, publiqué aquí en febrero pasado esta entrada, en la cual hacía hincapié en el aspecto medioambiental del disparate, el cual no se toca en el artículo de El País.
Muchos de vostros sabéis ya que la propuesta de Adelson era (¿es?) muy bien vista por el Gobierno madrileño y su presidenta, esos mismos que no tienen reparos en agredir a la sanidad y la educación públicas. Tampoco parecen hacerle ascos en la Generalitat catalana, esa misma que, mientras hace picadillo la sanidad pública, mantiene una red de embajadas, surrealista dispendio que nadie se explica cómo se le permite a un gobierno que es autonómico y no nacional. Por último, entre los hinchas del invento de Adelson también militaba Miguel Sebastián, ministro de Industria del eficaz último Gobierno del PSOE. Os recomiendo la lectura del artículo de El País, así sabréis a qué personajes prestan oídos nuestros responsables políticos, a qué cataduras, a qué principios, a qué proyectos.
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